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Mostrando las entradas etiquetadas como Reflexión

La otra mujer

 Voy a contaros una historia íntima, personal. Hace años descubrí que tras el retrato que le hizo Francisco de Goya a Leocadia Zorrilla, se ocultaba la figura de otra mujer.  Leocadia Zorrilla. Francisco de Goya.  Ella, es Juana García Ugalde, una actriz de teatro del siglo XVIII que tuvo una fama efímera. Juana era bellísima, pero según decía Leandro Fernández de Moratín era, también,  frigidísima y yerta . Qué crueles sus palabras hacia Juana, la Mariquilla de La comedia nueva o el café . Durante unas cuantas funciones (pocas) la Ugalde fue la estrella de uno de los teatros de Madrid. Años después, volvió a representarse, pero la protagonista fue otra, una meritoria más joven, más bella y más dotada para el teatro, según decían todos.  A Juana se le perdió la pista en los albores del XIX en Cádiz; debió morir demasiado joven y demasiado pobre, lo propio tras una vida bregada en miseria y decepciones. Desde el mismo momento en que descubrí la sombra fantasmal de Juana en la web del M

Segundas opciones

 Existe una intensa percepción que voy a denominar ser la segunda opción . La nombro percepción, porque en la mayoría de los casos, no puede probarse, excepto que tú lo sabes. Lo adivinas. Te lo dicen después.  Fotografía de @jontyson Es curioso. Durante mucho tiempo, fingir que ser especialista en rebotes no te importa, puede convertirse hasta en un modo de vida. S oy especialista en coger aquello que otro no quiere, por difícil, por enojoso, porque no ha resultado bien, y quedármelo. Y, a veces, hasta hacerlo con cierto pundonor, gracia y estilo . Pero lo realmente curioso es que si lo haces notar, el otro se siente molesto. Me explico. El que no ha pensado en ti la primera vez, y ahora le pillas presumiendo, se ofende si le señalas que fuiste su segunda opción, porque a nadie le gusta morder el polvo . Una cosa es una cosa, y otra, es otra.  Como  adviertes que hacerlo patente es incómodo, aprendes a callarte y a simular que tú fuiste, eres y serás la primera opción. O que no te im

Fragancias

Cuando Philippe Claudel (autor de la hermosa La nieta del señor Linh ) cumplió cincuenta años, escribió Aromas . Cincuenta textos cortos que recrean recuerdos importantes para él. Desde los aromas del abeto, a las esencias exóticas del viaje.  De la canela escribe: Los recuerdos de la propia vida, de la historia y de las novelas, se mezclan como cartas de una baraja. De pronto, empezamos a hablar de minaretes, tundras y princesas cautivas. De caravasares, caballos y estepas .  Escuchando el último podcast de la periodista Cristina Mitre con Ana Fernández Parrilla , he sabido que la actriz Natalia Verbeke construye sus personajes a través de sus olores. De cómo se imagina ella que es su fragancia. No se detiene en el olor imaginario, sino que busca el perfume, lo utiliza en los rodajes y, cuando terminan, nunca más vuelve a ponérselo. Porque ella no huele así. Solo su personaje. Imaginad cómo debe ser una mujer que huele a noche de mayo, o a playa en invierno, o a buganvilla en flor. A

Instrucciones

 La Humanidad se divide entre aquellos a los que les parece un planazo leer instrucciones y los que  hacen como que la cosa no va con ellos. Porque total, si no soy capaz de encender y apagar un aparato sin cortocircuitarme, no es mi culpa.   La culpa es de los ingenieros/informáticos/diseñadores que consideran todos y sin excepción que crear instrucciones como si fuesen jeroglíficos egipcios es la octava maravilla del mundo.  Esos papeles como prospectos farmacéuticos, dobladitos en sus cajas, que se despliegan como si fuesen mapas y en los que, en lugar de coordenadas, se busca con denuedo tu idioma. Ahí está el coreano, el inglés y el francés, el alemán, el arameo y el griego y el dialecto de una aldea del norte de Hungría. Pero en español, no las encuentras o es que quizás no estás capacitado para ello. Para encontrar las instrucciones escritas en tu idioma, y leerlas,  y entenderlas y asimilarlas, y luego doblar ese papel sin romperlo (es que es tan finito, como los antiguos libri

Nombres

Todos atesoramos nombres secretos, nombres prohibidos. Me refiero a esos nombres de personas, lugares, épocas y situaciones, que nos guardamos para nosotros, porque son demasiado preciosos, importantes e, incluso, peligrosos, para ser compartidos con los demás.  En esto he estado pensando en esta última semana cuando, por una cuestión laboral, he estado buscando con cierta intensidad cómo nombrar algo que está a punto de comenzar. Y, sin embargo, ese nombre con el que creo haber dado, aún está vacío de significado para mí, pese a lo que evoca y al motivo de mi elección. Habrá de pasar un tiempo, cuanto todo termine y lo recuerde, para que se bañe de una pátina especial. Buena, mala, irrepetible o fácilmente olvidable. Entonces, pasará a formar parte de mis nombres particulares, pero no de mi geografía íntima, pues otras personas lo conocerán.  Este matiz lo diferencia de esos otros nombres esenciales que no podemos ni queremos compartir con nadie. Esas palabras, las que no decimos y no

La impostora

Hace poco más de un año estaba yo, tan campante, en la hermosa ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Fui para impartir una charla en una jornada profesional.  Imagen tomada de aquí .    Todo bien. ¿O no?  Por un terrible retraso en el vuelo, llegué al hotel muy tarde y caí a plomo en la cama. Lo gracioso del tema llegó en las primeras horas de la mañana; me levanté, me duché, y me dispuse a arreglarme antes de bajar a desayunar al comedor.     ( Sí.  Soy de esa clase de humanos que no son nadie si no desayunan.) Imagen tomada de aquí . Ahí, en ese cuarto de baño blanco, iluminado e impersonal de un hotel, a miles de kilómetros de mi espacio de confort, me miré en el espejo. Y sentí que todo era una broma. No, no me habían invitado a mí, se habían confundido. No, yo no tenía ni idea de aquello de lo que iba a hablar. Pero, ¿qué hacía yo allí? Descubrirían enseguida que lo mío era puro cuento, que todo había sido una farsa. Que veinte años de profesión no son nada. Deseé llamar un taxi,

La vidita

Ya ha anochecido, mañana es jueves. Aquí me tenéis, a vueltas con nuestras trescientas palabras semanales. Es difícil sustraerse a la actualidad: el ritmo de vacunación, la cuarta ola, la fase cuatro, la vuelta a las aulas, Filomena, la ola de frío polar. Pese a que no quiero escribir sobre nada de ello, mi cabeza, como las vuestras, no deja de dar vueltas sobre lo mismo, una y otra y otra vez.  Fotografía de Anna & Daniel  Hay una cita maravillosa, una frase de la novela La uruguaya , de Pedro Mairal , que quizás me ayude. Nos ayude. Si no podés con la vida, probá con la vidita.  Y es que no podemos hacer más que ocuparnos de las cosas más pequeñas y cotidianas, buscar burbujas de luz. Algo bonito, sencillo, a ser posible ordenado y un poco gracioso.  Un guiso de legumbres puede contener varias burbujas de luz: el sabor, el aroma, el calor, el cuidado que alguien ha puesto en su elaboración. Cada quien le aporta su impronta, su esencia, por eso, no hay dos guisos iguales ... aún s

Querido Baltasar:

siempre fuiste mi Rey Mago Favorito, aunque de niña me dabas un poco de miedo, ya me disculparás. No sé, sería por ese aire exótico que te gastas, porque vienes de muy lejos, y traes mirra que es algo que huele muy bien pero que nunca he sabido exactamente para qué sirve, para qué se utiliza. Bueno, a lo que he venido aquí.  Espera, que ya arranco. Querido Baltasar. No sé si fue tuya la idea de seguir una estrella, esto es, si tú eras el influencer del grupo o, por el contrario, eras un seguidor más, un follower disciplinado. Ya me perdonarás, me pierdo en estos asuntos legendarios. Sea como sea, Baltasar, espero que me comprendas. He de decirte que el año pasado fui más buena de lo que nunca quise ser, esto es, tuve pocas oportunidades de portarme mal. Ya está, ya lo he dicho.  Conjunción Júpiter y Saturno. Foto: @bohique Espera, que te lo explico. No creo que sea mérito portarse bien si las circunstancias acompañan. Es como quien es fiel a su pareja simplemente, porque nunca, jamás

Nuestro velero

  Podría contaros que he terminado de leer una novela. Se trata de   El gran amor de Galdós , y la firma el autor canario Santiago Gil. Podría deciros que, como los amores inconclusos y eternos, me ha dejado un sabor a guayabas y un aroma a incensarios. Benito y Sisita siguen, en mi imaginación, escondidos en un portón de Las Palmas de Gran Canaria. Furtivos, aguardan un barco que los lleve a un futuro clandestino en otra isla. A una isla y un porvenir luminosos. Podría acunar en estas trescientas palabras el amor de Sisita y Benito. Mi columna de esta semana convertida en refugio de su amor perseguido. Foto de Katekerdi  Podría escribir que hace mucho frío. Que el cielo es como un plato hondo esmaltado en azul. Podría paladear la palabra cencellada, y el sabor que inundase mi boca sería el del helado de limón. No sé por qué la escarcha que cubre hoy todo, me sabe a limón.  Podría tararear un fado, o un bolero. Tratar de describir cómo es la textura del café con leche que tomo por las

El No Cuento de Navidad

 Últimamente no me saco de la cabeza una cita recogida en La buena suerte , de Rosa Montero. Es de Lorenzo de Médici, y dice así: Quien quiera estar contento que lo esté, del mañana no hay certeza . Vaya. El ser humano, que necesita proyectarse en un futuro inexistente, tratando de ser feliz en el aquí y el ahora. No, no os asustéis. No estoy escribiendo un post aspiracional, ni voy a formarme como coach , ni voy a experimentar con filosofías orientales milenarias.   No. Pero. Del mañana no hay certeza , el mañana solo es un constructo de nuestra mente. Sin embargo, cuánto necesitamos soñar con el viaje que supone realizar un plan, cualquier plan. Es lo que nos levanta, nos eleva. El plan, la ilusión, el sueño. Todo eso que no deja de ser una quimera. No. Pero. ¿Acaso no somos, nosotros mismos, una quimera? ¿Acaso no nos inventamos las ganas, día tras día? ¿Acaso no nos maquillamos la mirada y la esperanza en las madrugadas en las que esa no certeza nos impide dormir?  Acuarela de Mar

Pantallas

 Desde marzo, participamos, formamos, conversamos, nos reunimos, escuchamos, hasta nos vamos de fiesta, a través de nuestras pantallas. Y, sin embargo, a la menor ocasión, renegamos de ellas.  No me malinterpretéis. Me encantaría pasear con una amiga y ver su sonrisa, no solo adivinarla. O sentarme en mi cafetería favorita y observar el ir y venir de las gentes: verles abrazarse, besarse, tomarse de las manos, acariciarse los rostros y recolocar el pelo del otro cuando los mechones se le alborotan.  Cómo me gustaría ver cantar y bailar a un montón de gente. Reír en medio de una multitud. Que los niños corrieran tras la Cabalgata, tratando de capturar pequeños tesoros dulces.  Pero la realidad es la que es.  En las actuales circunstancias, no sé por qué nos empeñamos en pensar que todo volverá a ser como antes. Me temo que no. Habrá cosas que cambiarán para siempre. Y quejarnos de las pantallas, las mismas que nos permiten ir a una fiesta que se celebra en Andalucía, que nos facilitan l

Decepción

A medida que cumplo años, hay (pongamos) tres cosas que no llevo nada bien. Saber que la muerte nos alcanza a todos (también, a mí), que los años no influyen ni en la sabiduría, ni en la madurez, y que no importan ni el tiempo ni las circunstancias. Siempre te encontrarás con algo o alguien que te decepcione.  Fotografía de Afra Ramió  Hace años escribí sobre una decepción . Mi sentir de entonces está en ese texto, de una manera tan exacta como si valorase la calidad de mi sueño un reloj inteligente. Y eso que no fue una decepción crucial, ni había amistad de por medio, y era hasta lógico que aquéllo ocurriese.  Parece mentira, una se hace mayor, vieja si queréis, y no aprende a no sentirse herida con las decepciones. Incluso los mejores amigos te decepcionan con alguna frase fuera de tono, o fuera de lugar. Con algo que se callan para no preocuparte, o con algo que te sueltan sin filtros, sin caer en la cuenta de lo que pueden doler unas palabras. Las dichas y las que no se pronuncian

Si me pasa algo en Cuenca

Hace ya dos años participé en un congreso universitario que se celebraba en Cuenca. Me hacía ilusión conocer la ciudad y, además, tenía que presentar una comunicación.  Las comunicaciones en los congresos universitarios (salvo honrosas excepciones), suelen presentarse en aulas anodinas, donde los doctorandos en busca de méritos (publicación próxima en revista científica), se reparten los papeles de ponentes y de público.   No se nota, pero ahí ya temía por mi vida. El caso es que me planté en el congreso tras un viaje en un autobús de ALSA amenizado por un conductor que cantaba a pleno pulmón bachata, salsa, merengue y Mambo Number Five . Aquello prometía. A la mañana siguiente, en la puerta de una Facultad, coincidí con una mujer de mi edad que se había perdido. Desde ese momento, aquella tipa peculiar, rara y mentirosa, se me adhirió como un chicle a los bajos de una mesa.  Decía conocer Cuenca como la palma de su mano, pero no sabía dónde estaba el Parador, según ella porque era mod

Collage. Quiero contarte una cosa, o dos

Cuando estoy muy cansada y en el horizonte solo atisbo plazos que están a punto de caducar, tengo tendencia a distraerme con otros asuntos. Sí, leer ficción me ayuda, y mucho. Pero a veces, ni siquiera eso es suficiente para evadirme de esas obligaciones que me ilusionan y me asustan, todo a la vez. Entonces, quiero pintar acuarela, dibujar mandalas, colorear en libretas, bordar en papel, tejer una bufanda. Siento el irrefrenable impulso de hacer collage.  Collage de Mattisse De momento tengo las tijeras, el pegamento, una pila de cuadernos y un montón de recortes que pueden servir para los fondos: letras, hierba, azul cielo, el mar, un cuadro de Piet Mondrian. En mi imaginación, mis collage serán maravillosos, dignos de admirar; todos se asombrarán de mi capacidad para la artesanía.  A menudo, cuando el cansancio puede al nerviosismo (ya sabéis, esos días que todos tenemos), fantaseo con la idea de que seré capaz de hacer cualquier cosa. Algo que me alejará para siempre de mi activida

Lo perfecto

El gigante  llegó a Florencia tras una travesía marítima y una travesía fluvial: navegó el mar Mediterráneo y remontó el río Arno. El destino de este bloque de mármol imponente era noble: servir de contrafuerte, junto a otras once estatuas del Antiguo Testamento, de la Catedral de Santa María de las Flores. Medía alrededor de dieciocho pies de altura (en torno a cinco metros), pesaba cinco toneladas y desde el principio se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza.  Catedral de Santa María del Fiore en Florencia (Foto:  Destination360 ) Sucedió que varios escultores lo hirieron inutilmente. Uno, no fue capaz de terminar el mandato. Otro, lo abandonó por motivos desconocidos. ¿Quizás por que no quería ser recordado como el artista incapaz de realizar el David ? Durante décadas dormitó el gigante en el taller de la Catedral, antes de que los supervisores de las obras se decidieran a reclutar a un artista que deseara terminar la escultura. El elegido fue un joven y reconocido esculto

Ver de verdad

Estos días he estado bailoteando en zumba Jerusalema . África se está poniendo de moda con la internalización de sus canciones, libros y películas. Hace casi un año estuve en Casa África , en Las Palmas de Gran Canaria, y allí se me hizo notar el prejuicio: África es diversa, llena de matices y realidades distintas. Se nos olvida que no es un país.  Vamos por la vida con gafas oscuras. Vemos, pero no de verdad . A menudo escuchamos que viajar es lo mejor para educar la mirada, conocer a los otros, otras culturas. Pero si vamos con antifaz, cargados de nuestros prejuicios, aferrados a nuestras creencias más profundas y radicales, no aprenderemos nada. Viajemos, o no. Leamos, o no. Hay que estar dispuesto al zarandeo, a que lo que creías cierto resulte una quimera. Y eso es incómodo, doloroso incluso. Ni siquiera la persona más permeable al cambio lo es a tiempo completo.  Monica Rohan A veces trabajamos con alguien, salimos a tomar un café, conversamos educadamente. Lo vemos, pero no de

A veces

Como escribe Rosa Montero, las vidas son siempre mucho más pequeñas que nuestros sueños; incluso la vida del hombre o la mujer más grandes es infinitamente más estrecha que sus deseos. La vida nos aprieta en las axilas, como un traje mal hecho.  Por eso, los seres humanos nos hemos inventado artificios: nos contamos cuentos, nos cantamos canciones, hacemos tapices, acuarelas. Aunque, mirando atrás tengamos la sensación de haber vivido varias vidas, son solo variantes de la misma. Pero tenemos la palabra, la música, el color azafrán, la belleza.  Hace años proyecté escribir todas las vidas que cita Joaquín Sabina en la conocidísima  la del pirata cojo, con pata de palo .  Solo escribí una . Pirata abandonado , de Jessie Willcox Smith. Aún así, confieso (y llegados a este punto he de confesar que no sé por qué os hago tantas confesiones, la verdad), confieso que muchas veces, juego a imaginarme distinta. Cantante de orquesta, por ejemplo. ¿Me imagináis aferrada a un micro de pie, cantand

No estaba previsto

Yo había escrito otra columna para este jueves. Creo que no me había quedado mal, estaba razonablemente satisfecha. ¿Os ha ocurrido alguna vez? Un asunto, el que sea, comienza a llamar tu atención de todas las maneras posibles. Te da un codazo. Te pone la mano sobre el hombro. Te vuelve la cara para que lo mires de frente, como si fuese un niño necesitado de toda tu atención.   Pues así ha pasado con esta columna. El tema, el niño que me apretó el rostro entre sus manitas mirándome muy cerca y poniendo los ojos bizcos, fue el aburrimiento.  Muñeco Kewpie. Museo Casa Lis. Salamanca. A medida que voy cumpliendo años encuentro que me es más fácil aburrirme. No estoy hablando de ese aburrimiento creativo tan necesario, ese que se traduce en estar tumbado boca arriba mirando al techo, o a las nubes, o a las hojas de los árboles, o a la estela de un avión, o a un escuadrón aviar. No. Ese modo de aburrirse es bonito, útil. Se confunde con la siesta, con la indolencia de la procrastinación, co