La Humanidad se divide entre aquellos a los que les parece un planazo leer instrucciones y los que hacen como que la cosa no va con ellos. Porque total, si no soy capaz de encender y apagar un aparato sin cortocircuitarme, no es mi culpa.
La culpa es de los ingenieros/informáticos/diseñadores que consideran todos y sin excepción que crear instrucciones como si fuesen jeroglíficos egipcios es la octava maravilla del mundo.
Esos papeles como prospectos farmacéuticos, dobladitos en sus cajas, que se despliegan como si fuesen mapas y en los que, en lugar de coordenadas, se busca con denuedo tu idioma. Ahí está el coreano, el inglés y el francés, el alemán, el arameo y el griego y el dialecto de una aldea del norte de Hungría. Pero en español, no las encuentras o es que quizás no estás capacitado para ello. Para encontrar las instrucciones escritas en tu idioma, y leerlas, y entenderlas y asimilarlas, y luego doblar ese papel sin romperlo (es que es tan finito, como los antiguos librillos de papel de fumar), e introducirlo en esa bolsita que iba dentro de la caja, y cerrarla. No. No te cabe. Eres incapaz.
Mención aparte merecen los esquemas, los dibujitos, las letras, los números, las flechas y sus sentidos de dirección. No sabes nada, no te acuerdas del alfabeto, ni de los números. Menos mal que estás en tu casa, si no, qué sería de ti.
Dice Rosa Montero en Instrucciones para salvar el mundo que La Humanidad se divide entre aquellos que disfrutan metiéndose en la cama por las noches y aquellos a quienes les desasosiega irse a dormir.
Discrepo. La Humanidad se divide entre los que se leen las instrucciones de pe a pa y los que vamos por la vida cortocircuitándonos cada dos por tres.
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