Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Leer

Y tú, ¿a qué te dedicas?

De niña quería ser periodista (corresponsal de guerra o redactora de sucesos) y escritora de novelas de misterio. Esto es, quería leer la colección completa de Tintín, los libros de Agatha Christie, los viajes de Verne, y las exploraciones (con merendola incluida) de Los Cinco. Esto es, quería escribir alambicados asesinatos de chicas rubias en mansiones inglesas donde el mayordomo, ese ser imperturbable, siempre era el principal sospechoso. Décadas después supe que la vida es azarosa y que, a veces, completa círculos divertidos. No sé por qué no tengo más arrojo cuando me preguntan a qué me dedico. Debería decir que a leer y a escribir... pero de una manera peculiar. Cada obra es para mí una casa en la campiña inglesa a la que me han invitado a tomar un té con pastas. Yo sé que hallaré en ella dificultades, secretos, enredos y líos (de los de amor y de los de odio) o, tal vez, alegatos a favor de la belleza. Sea como sea, me adentraré en esa casa con todos mis artilugios de detectiv

Cocinando

Siempre escribo estas 300 palabras y, después, solo después, busco la canción para acompañarlas. El texto es el plato fuerte, el pescado, la carne, o el trampantojo culinario: lo que parece, lo que crees y lo que es. La canción es el vino. Dulce o amargo.  Pintxo 'Habanito' de Casa Vergara, del 2008. Anxo Badía Esta columna se está cocinando al revés. Voy poniendo las palabras, una a una, en la sartén, con aceite de oliva virgen extra, sal, cebolla, tomate. Llevo puesto un mandil amarillo y, de fondo, escucho A contratiempo de Ana Torroja. Las palabras llegan quién sabe de dónde.  Alma.  Cartas viejas.  Corazón. ¿A quién quiero engañar? No sé escribir sin música. No sé.  Lluvia.  Fotos. Madrugada.  Estoy leyendo mucho estas últimas semanas.  ¿A quién quiero engañar? Estoy leyendo mucho, como siempre.  Y hoy, tengo entre las manos lo último de María Belmonte: sus vagabundeos por el norte de Grecia .   De Brian Donovan - Trabajo propio, Dominio público En Pela , María Belmonte n

En busca de un tema

  Carmen Laforet en una fotografía del archivo familiar, tomada de aquí: Carmen Laforet: el silencio de una escritora .  “En la gran soledad de esta tarde de domingo no hay más remedio que ponerse a trabajar. Las circunstancias son buenas para ello. (…) Mi caso de hoy es más complicado, porque no hay disculpa. Siempre hay mil cosas que decir sobre todo lo que en el mundo sucede, sobre todo lo que los ojos han visto o desean ver. Miles de temas están esparcidos por el ancho mundo para que cada cual los encuentre y los vea a su manera.” Releo los artículos recopilados en Puntos de vista de una mujer de Carmen Laforet, y mi atención queda prendida de éste al que le he robado el título y la intención: En busca de un tema .  Como Laforet (qué osadía), voy a consultar la palabra del día de este miércoles, 13 de octubre de 2021, del Diccionario de la Real Academia Española (nuestra autora se manejaba con el diccionario de Espasa): “saponificar”.  Y, no tanto la palabra (soy sincera) como su

La lectora

La conocí hace años y la traté durante un tiempo. Era una mujer delgada, de pequeña estatura, de fácil sonrisa. Los ojos, que casi nunca mienten, revelaban la huella de una pena antigua y, sin embargo, nunca se mostró resentida ni amargada.  Nunca, pese a tener motivos, la noté enfadada con la vida.  Era una gran lectora (presupongo que lo sigue siendo), dotada de una sensibilidad especial. Le gustaba escribir, lo hacía muy bien. Y escribía sobre cualquier cosa,  también sobre sus difíciles circunstancias cotidianas, y lo hacía, desde una mirada tierna y poética. Las palabras eran su refugio y su libertad.  Y leía, ya lo he dicho, leía mucho, y de todo, porque no le faltaba inteligencia. Presupongo que seguirá haciéndolo. Que leerá de todo, y mucho.  Y seguro que no ha abandonado  la lectura de novelas de grandes horizontes, protagonizadas por heroínas que corretean en praderas verdes, rodeadas de montañas, bajo un inmenso cielo de nubes blancas.   Leer ese tipo de libros, las novelas

Leer por amor

Los que me conocéis sabéis que leo mucho y de todo, a veces un tanto inconscientemente, a golpe de pasión e intuición. Mis lecturas no están programadas ni agendadas; no siguen un plan, ni en minúsculas, ni en mayúsculas. Son puro enamoramiento, flechazo, atracción efímera o amor eterno.  El río Congo Soy caótica, en mi vida y en mis lecturas. No concibo la idea de seguir un reto para leer determinado número de libros en un año; no llevo la cuenta, no lo necesito, no es algo que me motive o me preocupe. Seguramente tengo grandes lagunas en mi formación literaria. porque a veces, ya sabéis, uno se enamora de libros poco recomendables según la ortodoxia. Qué se le va a hacer. He aprendido a aceptarlo, incluso, a convivir bien con este rasgo de mi personalidad.  Otra de mis características lectoras, que puede ser irritante, es la de condurar  aquellos libros que me apetece mucho leer. Seguramente sea producto de mi adolescencia. Como usuaria de bibliotecas, solía esconder los libros que n