Ya ha anochecido, mañana es jueves. Aquí me tenéis, a vueltas con nuestras trescientas palabras semanales. Es difícil sustraerse a la actualidad: el ritmo de vacunación, la cuarta ola, la fase cuatro, la vuelta a las aulas, Filomena, la ola de frío polar. Pese a que no quiero escribir sobre nada de ello, mi cabeza, como las vuestras, no deja de dar vueltas sobre lo mismo, una y otra y otra vez.
Un guiso de legumbres puede contener varias burbujas de luz: el sabor, el aroma, el calor, el cuidado que alguien ha puesto en su elaboración. Cada quien le aporta su impronta, su esencia, por eso, no hay dos guisos iguales ... aún siguiendo la misma receta. ¿A que tengo razón?
Comenzar algo: la lectura de una novela, el prefermento de un pan, la puntada en una tela blanca, un paseo, un texto... ¿es luminoso?
O ver una fotografía e imaginarnos dentro de ella, en esos colores y esas geometrías. O, mejor, ser tú quien la proyecta, quien la realice. Quien pose.
La cabeza no para de girar, la vida es algo grande, gigantesco, un globo de helio que parece escaparse en un cielo azul marino. Quizás haya que seguir buscando una brizna de luz. El sol. Una luciérnaga. Una conversación. Un té. Una naranja. La luz de un flexo que ilumina un teclado y trescientas palabras.
Ocupémonos de los minutos del día. Hay tantos minutos. Cuánta vidita.
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