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Mostrando entradas de diciembre, 2022

Aguanta, corazón

Leyendo la última novela de Susana Fortes recordé el vídeo viral de la niña que se empuja a sí misma en lo alto del tobogán. En Nada que perder , la autora comenta un fragmento de la Odisea. Cito:  “Hay un episodio de la Odisea en el que Ulises regresa a Ítaca exhausto, vencido y cubierto de andrajos y se acuerda de sus amigos muertos. Está a punto de rendirse, sin fuerzas. Entonces, en un impulso de amor propio, aprieta los dientes y se pone en pie. Las palabras que pronuncia son sólo dos. Se las susurra al oído la diosa Atenea: “Aguanta, corazón”. Y esas dos palabras lo salvan. Si los dioses están a tu lado, todo es más fácil. En eso consiste tener suerte”. Es cierto. Si los dioses están a nuestro lado, todo es más fácil. Tal vez eso sea la suerte. La buena suerte. Y no puedo evitar pensar en esa niña que se empuja a sí misma. Ese empujón simbólico son las mismas palabras que la diosa Atenea susurró a Ulises: "Aguanta, corazón". Quizás la diosa se las dijo a la niña.  E

Si me das a elegir

Conocí este amor gracias a uno de esos proyectos laborales en los que no crees al cien por cien. Su relación me parecía común: matrimonio de largo recorrido y un hijo. Jubilados, lo que poseían (material e inmaterial) lo habían construido con esmero, esfuerzo y dedicación. A simple vista, un matrimonio mayor más. Pero, no.  Aquellas mañanas en su casa, entre cajas de lata repletas de fotografías dedicadas a la novia, al novio, y tapados con las faldillas, entreví algo precioso. Un destello.   Él había emigrado a un país de montañas con nieves casi perpetuas, de paisajes deslumbrantes… y había descubierto un presente luminoso.  La novia se quedó en el pueblo, atada a sus obligaciones.  He tomado la foto de aquí . Me contaba, mientras se observaba en una foto en la que aparecía casi tan guapo como Richard Burton, que hubiera querido que ella viviese allí, con él. Que experimentase la camaradería y la libertad de las que él disfrutaba, porque se trabajaba mucho y muy duro, pero había ti

Sur

No nos conocemos mucho. Apenas hemos coincidido y, eso, lo quieras o no, es un obstáculo para lograr una relación fluida. Por si eso fuera poco, la última vez que nos vimos estuvimos atrapados en una habitación durante un par de horas, aburridos. Tú querías salir a la calle o, al menos, a otra estancia de la casa. Yo tenía el encargo de no ponértelo fácil. Con estas mimbres es complicado establecer una relación.  Eres como un viento del sur: pegajoso, cálido, alborotador y vertiginoso. No te gustan las normas, ni las ataduras: lo tuyo es correr, saltar, y expresarte con espontaneidad. Y sí, eres impulsivo, mucho. Y un ser sencillo. Negro o blanco. Sí o no. Si quiero salir… ¿por qué no me dejas? Si quiero comer chucherías… ¿por qué no me das? Si quiero tumbarme a tu lado en el sofá… ¿por qué me ignoras? Si tú no vives aquí… ¿por qué me das órdenes absurdas?  No, no nos conocemos mucho. Y yo no estoy acostumbrada a seres como tú. Me das un poco de miedo. Sé que tienes buenas intencione