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Mostrando las entradas etiquetadas como novela

Lo de siempre

Hacía casi tres años que no iba a mi cafetería favorita. Cuántas vidas pueden nacer o quebrarse en tres años. Un divorcio, un nacimiento, una mudanza, un despido, un desamor, una condena de cárcel, varios líos amorosos, una suscripción a Netflix, la escritura de una novela, un rodaje en Benidorm, los estragos de una pandemia. Tres años y, el primer día, una camarera me sonríe y se interesa por cómo me van las cosas y me dice que si voy a tomar lo de siempre y se acuerda de ese "lo de siempre". Uno sabe que tiene una cafetería propia cuando una camarera risueña le pregunta si quiere "lo de siempre". No es casualidad que en Hijos del vaivén aparezca varias veces esta cafetería. Uno de los protagonistas recala cada dos por tres para llamar por teléfono, observar las sonrisas de unas mujeres serias y reidoras, mientras bebe cerveza con limón, y piensa. Me atrevería a decir que para él (como para mí) la cafetería es refugio, una suerte de consuelo, un chispazo de insp

¿Aburrirse? ¡Pero si mi hija no se aburre nunca!

La maestra le había preguntas sobre los rodajes, sobre cómo eran las sesiones, a qué hora tenían lugar, con qué frecuencia... Quería saberlo todo: cuánto tiempo a la semana dedicaba Kimmy a Happy Break y cuánto tiempo le dejaba para jugar y aburrirse. ¿Aburrirse? ¡Pero si mi hija no se aburre nunca!, había respondido orgullosamente Mèlanie. Happy Break era su vida. Aquella mujer no podía entenderlo.  Acabo de terminar, entre fascinada y horrorizada, Los reyes de la casa de Delphine de Vigan. Mèlanie tiene dos hijos, Kimmy y Sammy, a los que dirige en su exitoso canal de YouTube . En Happy Break Mèlanie se dedica a contar, paso a paso, todas las andanzas familiares: ir de compras, a un parque de atracciones, desayunar, preparar la cena. Interactúa con la audiencia a la que consulta todo tipo de decisiones. El secuestro de Kimmy es la excusa de la que se sirve la autora para desplegar ante nosotros un historial de abusos, explotación y sobreexposición de menores. Los niños, según su

Hijos del vaivén

Sucede que un sábado cualquiera vas a la boda de unos jóvenes que se miran con el embeleso necesario para no perderse ni una sonrisa, ni un gesto, ni un solo beso. Y te preguntas cómo es posible.  De qué modo raro estás ahí y no allí, cómo es que vas en un tren a un municipio que antes significó mucho y ahora, nada. Por qué acudes a una cita y conoces a alguien inolvidable. Si te hubieses quedado en casa,  si en lugar de ir a la piscina hubieses decidido sestear toda aquella tarde de julio. Sí. No.  Somos hijos del vaivén . Todos. De  elementos externos que nos hacen saltar como muñecos de resortes. Y, sin embargo y quizás por ello, protagonizamos algunos momentos brillantes y efímeros, que se nos antojan eternos. Como la alegría de ver a esos dos jóvenes mirarse.  Todos somos hijos del  vaivén , lo escribió Manolo García, el hombre de nombre corriente que hace que mi corazón vuele. Tal vez por eso y porque cada una de sus canciones me inspira una novela, tal vez por eso escribí Hijos