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Mostrando entradas de abril, 2021

La señal

Estaba esta tarde en mi cocina, tomando un yogur natural desnatado y edulcorado. Escuchaba un episodio del podcast Participantes para un delirio , en el que la artista Coco Dávez conversa con el escritor Javier Aznar . Degustaba mi yogur desgrasado y sin azúcar, proletario, un producto lácteo fácilmente olvidable y, de pronto, la señal. La cita.  La artista y el escritor, citan en su charla a Cesare Pavese: No recordamos los días: recordamos los instantes .  Pues estoy lista.  Últimamente los días se suceden sin ningún instante que los diferencien. Trabajo, paseo, zumba, ventana, operarios del ayuntamiento haciendo ruido, supermercado para aprovisionarme de yogures y leche y limones y café, no querer mirar el WhatsApp que me desconcentro, mirarlo, no querer mirar las redes sociales que me desconcierto, y mirarlas, no querer leer más libros que los que tocan , que me disperso, y leerlos… Pero, ¿será cierto que de los últimos siete días no soy capaz de recuperar ni un solo momento? ¿No

La lectora

La conocí hace años y la traté durante un tiempo. Era una mujer delgada, de pequeña estatura, de fácil sonrisa. Los ojos, que casi nunca mienten, revelaban la huella de una pena antigua y, sin embargo, nunca se mostró resentida ni amargada.  Nunca, pese a tener motivos, la noté enfadada con la vida.  Era una gran lectora (presupongo que lo sigue siendo), dotada de una sensibilidad especial. Le gustaba escribir, lo hacía muy bien. Y escribía sobre cualquier cosa,  también sobre sus difíciles circunstancias cotidianas, y lo hacía, desde una mirada tierna y poética. Las palabras eran su refugio y su libertad.  Y leía, ya lo he dicho, leía mucho, y de todo, porque no le faltaba inteligencia. Presupongo que seguirá haciéndolo. Que leerá de todo, y mucho.  Y seguro que no ha abandonado  la lectura de novelas de grandes horizontes, protagonizadas por heroínas que corretean en praderas verdes, rodeadas de montañas, bajo un inmenso cielo de nubes blancas.   Leer ese tipo de libros, las novelas

Carne viva

Charlando el otro día con una amiga, caí en la cuenta de la faena que nos han hecho las canciones, las películas, la publicidad y los chistes. Una ya no sabe si un pensamiento es propio, o lo ha tomado prestado de un anuncio de galletas.  Estábamos las dos conversando, tan pichis , y de pronto ella, cargada de razón, me suelta:  es que todo nos lo tomamos en carne viva, no somos capaces de compartimentar, de ser más frías . Y claro, a mí lo de la carne viva , me impactó.  A la mañana siguiente, preparando el café y asomándome a la ventana por si veía al cerdo del vecino (no, por favor, no penséis mal. Es un vecino que tiene de mascota a un cerdo. Sí, ya. A mí también me lo parece...), me arranqué a cantar, es que tengo el corazón en carne vivaaaa .  Otra idea original enfangada por Raphael .  Las horas venideras continuaron trayendo a la playa de mi memoria restos de naufragios fílmicos, musicales, promocionales y demás familia.  Mientras comía, en mitad del campo, unas chuletitas a la

La rebelión de las cosas

  Huye rápido, vete lejos es una novela de Fred Vargas en la que Joss, un marinero reconvertido en pregonero, reflexiona sobre las cosas, su vida oculta y dañina:   Joss comprendía desde hacía tiempo que las cosas están dotadas de una vida secreta y perniciosa. (...) El más mínimo error de manipulación provocaba a menudo toda una serie de calamidades en cadena, que podían ir del incidente desagradable a la tragedia, al ofrecerle a la cosa una libertad repentina, por mínima que fuese.  Seguro que os ha ocurrido más de una vez. La otra mañana, estaba yo trajinando en mi cocina, tan feliz. Abrí uno de los armarios altos, uno en el que guardo vajilla que no utilizo a menudo. En realidad, son restos de colecciones que perecieron en algún naufragio doméstico. Allí adentro duermen el sueño de los justos copas desparejas, tazas desportilladas, platos resquebrajados, un par de bandejas grandes más feas que un dolor, y un sinfín de cachivaches. Ahora sé que todos ellos, en la oscuridad y con a

Porque no sabías

Estamos cargados de prejuicios. Incluso el más progresista de nosotros, incluso el más leído o el más culto. El que más ha viajado, o el más sedentario. Raro es encontrar a alguien que lo sepa todo. Y si cree saberlo todo, es que ha caído en el mayor de los prejuicios.  Intento, de vez en cuando, revisar alguna de mis creencias más arraigadas. Las que más me cuesta desterrar son las que se relacionan con asuntos que desconozco. Con las vidas que no alcanzo a imaginar, hasta que no me las encuentro de cara, mirándome fijamente a los ojos desde las páginas de un libro o hablándome desde un podcast.  John William Godward (Londres, 1861-1922) Desde hace un año, escucho podcast los fines de semana, mientras ordeno y limpio un poco la casa, mientras cocino, riego las plantas, tiendo la ropa o, simplemente, me quedo apoyada en la baranda del balcón, con los ojos cerrados, el sol acariciándome el rostro, escuchando esas voces que me hablan, que me cuentan, que me ríen o me lloran.  Muchos de