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Mostrando entradas de octubre, 2020

Ver de verdad

Estos días he estado bailoteando en zumba Jerusalema . África se está poniendo de moda con la internalización de sus canciones, libros y películas. Hace casi un año estuve en Casa África , en Las Palmas de Gran Canaria, y allí se me hizo notar el prejuicio: África es diversa, llena de matices y realidades distintas. Se nos olvida que no es un país.  Vamos por la vida con gafas oscuras. Vemos, pero no de verdad . A menudo escuchamos que viajar es lo mejor para educar la mirada, conocer a los otros, otras culturas. Pero si vamos con antifaz, cargados de nuestros prejuicios, aferrados a nuestras creencias más profundas y radicales, no aprenderemos nada. Viajemos, o no. Leamos, o no. Hay que estar dispuesto al zarandeo, a que lo que creías cierto resulte una quimera. Y eso es incómodo, doloroso incluso. Ni siquiera la persona más permeable al cambio lo es a tiempo completo.  Monica Rohan A veces trabajamos con alguien, salimos a tomar un café, conversamos educadamente. Lo vemos, pero no de

Un abogado canadiense

 Dice llamarse Morris Gibson y ser abogado de Canadá, o sea, canadiense. El angelito me ha escrito porque tiene una transacción de fondo de herencia para esta que escribe, la misma que viste y calza. Resulta que su cliente, y toda su familia (pobres, qué tristeza), han fallecido al unísono, esto es, a la vez. Un banco situado en el oeste de África, en la República Togolesa, custodia la friolera de 13.580.000 dólares (¿canadienses, americanos?, esto no lo aclara) que el cliente ahorró (ganó, robó, estafó, contrabandeó...) para mí. Bueno, no se sabe exactamente si para mí, pero es que Gibson, Morris para los amigos y clientes, dice que tengo el mismo apellido que su cliente fallecido. No sé qué apellido compartimos, pero es sabido que para los ¿americanos? , ¿canadienses?, solo importa uno. La verdad es que no dejo de darle vueltas a la enormidad de la cantidad. ¿Cómo llegaría a las manos del cliente del abogado canadiense? ¡A ver si es que encontró el Tesoro de Moscú! O El Dorado... Ig

A veces

Como escribe Rosa Montero, las vidas son siempre mucho más pequeñas que nuestros sueños; incluso la vida del hombre o la mujer más grandes es infinitamente más estrecha que sus deseos. La vida nos aprieta en las axilas, como un traje mal hecho.  Por eso, los seres humanos nos hemos inventado artificios: nos contamos cuentos, nos cantamos canciones, hacemos tapices, acuarelas. Aunque, mirando atrás tengamos la sensación de haber vivido varias vidas, son solo variantes de la misma. Pero tenemos la palabra, la música, el color azafrán, la belleza.  Hace años proyecté escribir todas las vidas que cita Joaquín Sabina en la conocidísima  la del pirata cojo, con pata de palo .  Solo escribí una . Pirata abandonado , de Jessie Willcox Smith. Aún así, confieso (y llegados a este punto he de confesar que no sé por qué os hago tantas confesiones, la verdad), confieso que muchas veces, juego a imaginarme distinta. Cantante de orquesta, por ejemplo. ¿Me imagináis aferrada a un micro de pie, cantand

Cartas

 Queridos lectores:  A menudo me pregunto si esta columna no será una carta. Una carta que escribo para mí, con la excusa de dirigirme a vosotros. Este año las cartas me sobrevuelan.   Hace unos meses, encontré el fragmento de una misiva. En plena borrasca Gloria , un trozo de papel vino a parar a mis pies. La carta está fechada el 29 de octubre de 1979. La firma Víctor y le dice a M. (el nombre se perdió), que está muy enamorado , y lo corrobora con un corazón que abraza sus iniciales. En los renglones, un portal, un temor, un catarro impertinente que los separa, una soledad, unos hermanos y una disculpa.   Rebecca Rebouche . "Your words are stars" ¿Por qué pide disculpas Víctor a M.? ¿Porque no puede verla? ¿Porque aún no conoce a sus hermanos? ¿Por algún incidente en ese portal, que imagino oscuro, frío, húmedo y excitante? No. Por la letra. Está tan resfriado, se encuentra tan mal, que su letra no es buena. Y él lo sabe, y sabe también que ha de esmerarse en las maneras q

No estaba previsto

Yo había escrito otra columna para este jueves. Creo que no me había quedado mal, estaba razonablemente satisfecha. ¿Os ha ocurrido alguna vez? Un asunto, el que sea, comienza a llamar tu atención de todas las maneras posibles. Te da un codazo. Te pone la mano sobre el hombro. Te vuelve la cara para que lo mires de frente, como si fuese un niño necesitado de toda tu atención.   Pues así ha pasado con esta columna. El tema, el niño que me apretó el rostro entre sus manitas mirándome muy cerca y poniendo los ojos bizcos, fue el aburrimiento.  Muñeco Kewpie. Museo Casa Lis. Salamanca. A medida que voy cumpliendo años encuentro que me es más fácil aburrirme. No estoy hablando de ese aburrimiento creativo tan necesario, ese que se traduce en estar tumbado boca arriba mirando al techo, o a las nubes, o a las hojas de los árboles, o a la estela de un avión, o a un escuadrón aviar. No. Ese modo de aburrirse es bonito, útil. Se confunde con la siesta, con la indolencia de la procrastinación, co