Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Querer

Ella

Durante noviembre he salido de casa muy poco. Y, entretanto el verano, como un amante traicionero, se fue sin avisar. Y el otoño, como un novio veleidoso, aparece y desaparece, acordándose de mí solo si no tiene otros planes. Mientras, yo, enfrascada en el hacer y el deshacer. En esto que algunos llaman vivir. Y de pronto ha pasado un año, otro. Y los azares, las rutinas y los meses se han sucedido sin que yo lo haya advertido. .   Durante noviembre he salido de casa muy poco y, cuando lo he hecho, ha sido para entrar en otra casa: la de una mujer joven y hermosa, muy querida para mí. Ella teje y desteje, e imagina qué sucederá en los años que vendrán. Ojalá esos años insospechados sean brillantes y bellos como un cielo azul en invierno.  Hemos estado juntas muchas horas, trabajando. Yo, haciendo y deshaciendo palabras. Ella haciendo y deshaciendo ligamentos de lana. Yo, enredando con el ordenador. Ella, enredando en el telar: la urdimbre, la lana, la canilla, la lanzadera, el peine. 

Las palabras no son inocentes

 Canta Niña Pastori :  No te equivoques que yo no soy la roca, /domina más tu lengua, controla más tu boca/ Que las palabras suelen hacer más daño/ Se clavan en el alma como si fueran clavos. Las palabras, lo que significan y lo que insinúan, no son inocentes. Casi nunca lo son.  Imagen de Quint Buchholdz  Decir, por ejemplo: no te voy a contar lo que sufrí, no te mereces lo que padecí, no puedes saber cómo estuve, tan solo y triste, tan desgraciado y abandonado .  Esto no es necesario. Resumir e indicar, dejar en la bruma de la imaginación del otro lo terrible y desamparado de un suceso, no es necesario. Si no se quiere hacer daño. Al otro.  El deseo de herir, a veces, es demasiado fuerte. El deseo de vengarse, de que el otro se duela todo lo que te doliste tú. Quizás porque esperabas más de él, o de ella, aunque ni tú mismo sepas, con exactitud, qué. Pero aguardabas otra cosa, siempre aguardas otra cosa. Y nunca la consigues. Porque ni tú sabes qué es. El otro, entonces, ha de conver