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Mostrando las entradas etiquetadas como Desamor

Cariño

Esa mañana, cuando entró en la red social que acababa de llegar a España, jamás pensó que se toparía con su yo del pasado. Pero sí. Allí estaba ella o, al menos, una foto de ella.  En la fotografía se parecía a la Luz Casal de los años noventa: llevaba el pelo largo, ondulado y negro, gafas de sol, un fular vaporoso, y sonreía. Se acordaba perfectamente de aquel día. De aquellos días. Pese a que había transcurrido mucho tiempo: siete años, que se dice pronto.  Cueva en Beliche, una playa de ensueño del Algarve Se quedó helada. Sin habla. Allí estaba. Ella. Cuando estaba enamorada. A sus espaldas, se intuía una de las playas kilométricas del Algarve portugués, el frío del océano, la arena blanca y suave, el viento que hacía revolotear el fular, su pelo, acaso también, su sonrisa. Y él.  Había sido él, claro, él. Había publicado su foto en esa nueva red social que ella no entendía apenas, pero en la que entraba a veces, porque le hacía bastante gracia. Al menos, hasta ese momento.  Él

Perder el norte

Esta semana la inspiración me esquivó. Aunque no ocurrió exactamente así. Había escrito algo sobre la lectura y los clubes, sobre que no me gusta clasificar a los lectores según sus lecturas, sobre que no soporto que la lectura, en un club, se desprenda de la ligereza, de esa suerte de alegría y sencillez tan necesarias y deseables. Sobre que leer sí, también es pasar el tiempo, y sí, preocuparte de las peripecias de la protagonista, y sí, que si eso nos distrae de nuestra propia tristeza, o de nuestro propio egocentrismo, sea por el tiempo que sea, unos minutos, unas horas, unos días... simplemente, me parece  soberbio. Pero me dije que ya estaba bien de escribir y de hablar sobre clubes de lectura, al menos, por esta semana. Así que quise hacerlo sobre cuando uno es demasiado joven para imaginar que el dolor que siente ante un desamor, una ruptura, un alejamiento, tarde o temprano, pasará. Pero caí en la cuenta de que lo importante, cuando uno tiene trece, quince, o diecisiete años,

La dedicatoria

Su quinta novela. Su quinto año de amor. Unos cuantos ejemplares llegarían a casa, con una nota: Iratxe, por favor, abre la caja y revisa su contenido .  Le había enviado, también, un guasap , porque Iratxe, amén de guapa, cariñosa, simpática, alegre y cautivadora, era discreta, prudente. Cariño, hoy llegan algunos ejemplares de mi nueva novela, la quinta. ¿No es bonito que lleguen el mismo día de nuestro aniversario? Cinco años ya, amor... Por favor, revisa algún ejemplar. Sobre todo, la dedicatoria.  La suerte estaba echada. Él, teléfono en mano, vio llegar la furgoneta de reparto y espió al repartidor. Imagen de Pixabay Cinco años dan para mucho, pero ya no daban para más. Habían estado tan enamorados. Se habían querido con locura. Pero, desde hacía meses, todo era más tibio, más monótono, más gris. En fin. Estaba loca por Juan y era culpa del desinterés de Sergio. Si se había fijado en Juan era porque lo suyo con Sergio no funcionaba.  Cumpliría su promesa. Revisaría los ejemplar