Últimamente no me saco de la cabeza una cita recogida en La buena suerte, de Rosa Montero. Es de Lorenzo de Médici, y dice así: Quien quiera estar contento que lo esté, del mañana no hay certeza. Vaya. El ser humano, que necesita proyectarse en un futuro inexistente, tratando de ser feliz en el aquí y el ahora. No, no os asustéis. No estoy escribiendo un post aspiracional, ni voy a formarme como coach, ni voy a experimentar con filosofías orientales milenarias.
No.
Pero.
Del mañana no hay certeza, el mañana solo es un constructo de nuestra mente. Sin embargo, cuánto necesitamos soñar con el viaje que supone realizar un plan, cualquier plan. Es lo que nos levanta, nos eleva. El plan, la ilusión, el sueño. Todo eso que no deja de ser una quimera.
No.
Pero.
¿Acaso no somos, nosotros mismos, una quimera? ¿Acaso no nos inventamos las ganas, día tras día? ¿Acaso no nos maquillamos la mirada y la esperanza en las madrugadas en las que esa no certeza nos impide dormir?
Pero.
No.
Esto no es un cuento de Navidad, ya os habéis dado cuenta. Tampoco un discurso navideño, ni una declaración de intenciones, ni un relato de autoayuda. Solo es un acto de fe. Quien quiera estar contento que lo esté, decía Lorenzo de Médici, del mañana no hay certeza, concluía. Y, sin embargo, recuerdo que Andrea Camilleri, que falleció con 93 años, proyectaba escribir una novela. A su edad. Otra. Tenía planes. Aún y siempre.
La ilusión, el sueño, la quimera. El viaje que supone realizar un plan, cualquier plan. Esto no es un cuento de Navidad, ni un discurso navideño, ni siquiera un post divertido y aspiracional. Pero sí un acto de fe en un viaje, en nuestra reinvención, en nuestros planes. Aún. Siempre.
Lo que está claro es que en la vida es esencial saber amar, emocionarse, soñar... Muy, muy importante.
ResponderEliminarEsas pequeñas (grandes) cosas, Lali. Gracias por tu comentario y por tu lectura. Un beso.
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