El otro día, en Twitter, una escritora difundió una de esas noticias cuyo titular busca el clic fácil, rápido e interesado. Algo así como que las mujeres pueden (podemos) escribir novela negra igual o mejor que los hombres. Otra escritora contestó: También hay mujeres que escriben novelas mediocres. La igualdad no va por ahí: tenemos el derecho a hacerlo igual de mal que muchos hombres . El eco de estos tuits se quedó revoloteando sobre mí, cual danza de estorninos. Ese molesto revoloteo se unió a una conversación que mantuve con una amiga. Me contaba que en otros países europeos, a la hora de confeccionar un currículo, de afrontar una entrevista, los esfuerzos realizados para conseguir una beca, un proyecto… contaban, y mucho. No el éxito, ni el fracaso. El intento. A mí no se me ocurriría contar, en una entrevista de trabajo, mis fracasos. No, porque sólo se valora el triunfo, el logro... pero, ¿cómo ser bueno en algo sin haber caído o tropezado alguna vez? Tal vez...