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Mostrando entradas de octubre, 2022

Hijos del vaivén

Sucede que un sábado cualquiera vas a la boda de unos jóvenes que se miran con el embeleso necesario para no perderse ni una sonrisa, ni un gesto, ni un solo beso. Y te preguntas cómo es posible.  De qué modo raro estás ahí y no allí, cómo es que vas en un tren a un municipio que antes significó mucho y ahora, nada. Por qué acudes a una cita y conoces a alguien inolvidable. Si te hubieses quedado en casa,  si en lugar de ir a la piscina hubieses decidido sestear toda aquella tarde de julio. Sí. No.  Somos hijos del vaivén . Todos. De  elementos externos que nos hacen saltar como muñecos de resortes. Y, sin embargo y quizás por ello, protagonizamos algunos momentos brillantes y efímeros, que se nos antojan eternos. Como la alegría de ver a esos dos jóvenes mirarse.  Todos somos hijos del  vaivén , lo escribió Manolo García, el hombre de nombre corriente que hace que mi corazón vuele. Tal vez por eso y porque cada una de sus canciones me inspira una novela, tal vez por eso escribí Hijos

"Pese a"

Un camino de piedras se extiende ante mí, ante ti. Las piedras son de diferentes tamaños, con diversas texturas y matices. Planas, redondas, puntiagudas, lisas, húmedas, rugosas. Lo que pretendes alcanzar está al final del sendero (que nunca se acaba y está bien que así sea), pues la vida misma es una travesía hermosa que suele ponerse difícil y doler, pero que puede regalarte algún fruto. Cuando llegas a ese recodo en el que descansar, encuentras una roca horadada y suave, respiras y miras, satisfecho, los pasos dados. Reflexionas que no son suficientes, que pudiste dar unos cuantos más. Sortear las dificultades sin hacer daño a otros, ni a ti.  Pero lo hiciste. Caminaste. Y estás relajado, calibrando el disfrute de eso que acabas de alcanzar y que te ayuda a conformar tu forma de ser, y de estar en el mundo.  Y, de pronto, otro caminante que se dirige en sentido contrario al tuyo, te observa y te juzga descansado, frívolo y liviano (la alegría ha de contener cierta liviandad), y se a

Me escapo detrás

 A 50 metros de mi ventana florece el hormigón. El kilométrico brazo de una grúa se mueve a derecha e izquierda como una mujer de mediana edad en una clase de Pilates. Los hombres golpean, arrastran, insertan y quitan, depositan materiales en contenedores, se hablan a gritos. Desde hace un par de meses, siempre hay un runrún en mi calle, una actividad continua e imparable. Y yo caigo en la cuenta de que me he convertido en un jubilado fascinado por las obras, pero quejoso por el polvo, los ruidos y la valla metálica que abraza al solar agujereado.  Escribo esta columna con el pleno convencimiento de que percibirás el sonido oscilante de la grúa.  Es complicado aislarse de lo que ocurre en el solar. Trabajo con el ordenador pegado al alféizar, la mirada sobrevuela por encima de la pantalla. A las ocho, cuando aún es de noche, enciendo una pequeña lamparita y ellos, si tuviesen fuerzas, motivos y ánimos, verían los ojos miopes de una mujer de mediana edad.  Me gustaría que se fuesen. Me

Fe de erratas

Dedicado a Nicolás, por advertir la errata divertida... He estado pensando en las erratas. Por mucho que corrijas y leas, por mucho que otros te lean, siempre se cuela alguna errata. Me refiero a esos pequeños cambios involuntarios que son capaces de alterar el sentido de una frase: una sílaba que se desvanece, una palabra que se ha ido a bailar a una línea equivocada, una letra que ha decidido cambiar de sexo. Todas esas cosas enojosas que hacen que lo que escribes no tenga ni cabeza ni pies, y donde debería decir amores, has puesto ardores y donde debería leerse retoños, dice redaños. Y todo así.  Cuando Rosa Montero publicó El peligro de estar cuerda , compré un ejemplar malherido. Lo tengo junto a mí ahora mismo. En el capítulo “Como los niños en el cementerio”, en las páginas 173 y 174, en la parte superior de un retrato de Emily Dickinson (la autora del verso que titula la obra de Montero) se volatilizaron unas palabras. Nuria Labari, amiga de la escritora, le hizo notar que est