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Mis libros

Última novela: Hijos del vaivén. Bubok, octubre 2022. (ePub)


 




Blondie, (1994-). Bubok, septiembre 2021.

Mi primera novela corta publicada, (que no es mi primera novela escrita), la encontraréis en papel y en formato digital, a través de la plataforma Bubok. Si sois usuarios de las Bibliotecas Municipales de Badajoz, la tenéis en digital y gratis, a través del Catálogo Nubeteca de Diputación de Badajoz


Más información: 

Reseña en Alquibla Web.

Noticia en la web de Diputación de Badajoz. Actualidad Cultura.

Alerta Extremadura.

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Lloraba como algunos niños lloran, sin hacer ruido. La joven maestra en prácticas, se le acercó: No llores preciosa, que te vas a estropear esos ojos verdes, tan bonitos . ¿Verdes? ¿Bonitos? Era la primera vez (más de cuarenta años después está casi segura) que alguien decía eso de sus ojos. Hipando, corrió hasta los servicios del colegio, y allí, mirándose al espejo se maravilló. ¡Sí, eran verdes! Verdes color charca, sí, pero verdes. Y, bueno, no eran feos sus ojos, qué va. Llenitos de rojeces, pero eso solía ocurrirle cuando lloraba. Pero los ojos... ¡se le habían vuelto verdes! Aquello era una pura maravilla. Foto de  @dizzyd718  en unsplash.com En un tren, un hombre y una mujer se cuentan cosas de su infancia. Ella escribía cuentos con siete, ocho años. Él, era un lince con las matemáticas. Con ocho, o siete años. Un día, ella llegó a la clase, la estaban esperando dos maestras. Una mañana, él llegó al aula, y se la encontró vacía, con uno o dos profesores. A ella, la hicieron sen

Aguanta, corazón

Leyendo la última novela de Susana Fortes recordé el vídeo viral de la niña que se empuja a sí misma en lo alto del tobogán. En Nada que perder , la autora comenta un fragmento de la Odisea. Cito:  “Hay un episodio de la Odisea en el que Ulises regresa a Ítaca exhausto, vencido y cubierto de andrajos y se acuerda de sus amigos muertos. Está a punto de rendirse, sin fuerzas. Entonces, en un impulso de amor propio, aprieta los dientes y se pone en pie. Las palabras que pronuncia son sólo dos. Se las susurra al oído la diosa Atenea: “Aguanta, corazón”. Y esas dos palabras lo salvan. Si los dioses están a tu lado, todo es más fácil. En eso consiste tener suerte”. Es cierto. Si los dioses están a nuestro lado, todo es más fácil. Tal vez eso sea la suerte. La buena suerte. Y no puedo evitar pensar en esa niña que se empuja a sí misma. Ese empujón simbólico son las mismas palabras que la diosa Atenea susurró a Ulises: "Aguanta, corazón". Quizás la diosa se las dijo a la niña.  E

Blondie, (1994- )

 Mis 300  palabras de esta semana las voy a dedicar a mi librito. Sí. Yo he venido aquí a hablar de mi novelita corta, Blondie, (1994- ) disponible en digital y gratis para todos los usuarios de las bibliotecas municipales de Badajoz, gracias a su inclusión en el Catálogo Nubeteca de Diputación de Badajoz . También la encontraréis en papel y digital en Bubok .  En el Servicio Provincial de Bibliotecas de la Diputación de Badajoz, además, han realizado… ¡un booktrailer ! (Gracias por todo Isidoro Bohoyo, Florencia Corrionero, Mercedes Castellano, de Diputación; gracias Rebeca Martín , Daniel Blanco , Josué Zúñiga ).  Pero yo he venido aquí a hablar de mi obrita, y no de otras cuestiones (por más que sea práctico saber dónde la podéis encontrar si os apetece leerla). He venido aquí, he abierto un post en blanco y lo he titulado Blondie, (1994- ) y me he quedado abstraída con el titilar del cursor sobre el lienzo blanco.  Escribí a Blondie el año pasado, en el confinamiento, pero la s

Fechas de caducidad

Hace años, en otra vida, trabajé en un supermercado. Fui reponedora, cajera, limpiadora, oveja negra, chivo expiatorio. Después de aquellos meses, tuve otra vida, y luego otra, y ahora otra; pero esas son otras historias .  Mi novio de entonces estaba haciendo la mili en Albacete. Yo estaba enamorada, tanto como solo se puede estar a los dieciséis. Sorda, ciega y ajena a todo lo que no fuese aquel amor. Él volvía a casa cada mes, y pasaba en nuestra ciudad catorce o quince días. Recuerdo nuestras despedidas, nuestros encuentros, las lágrimas calientes y saladas, los abrazos en la estación de tren, lo guapo, lo delgado y lo niño que estaba, y era. Entre permiso y permiso, yo trabajaba diez horas diarias en la tienda. Pese al frío, lo que más me gustaba era ordenar la cámara de los yogures: me reconfortaba colocar los envases por su fecha de caducidad. ¿Sería porque era ordenada y metódica? No, nunca lo fui; ni entonces, ni ahora. Era por las fechas.