Hace ya dos años participé en un congreso universitario que se celebraba en Cuenca. Me hacía ilusión conocer la ciudad y, además, tenía que presentar una comunicación.
Las comunicaciones en los congresos universitarios (salvo honrosas excepciones), suelen presentarse en aulas anodinas, donde los doctorandos en busca de méritos (publicación próxima en revista científica), se reparten los papeles de ponentes y de público.
El caso es que me planté en el congreso tras un viaje en un autobús de ALSA amenizado por un conductor que cantaba a pleno pulmón bachata, salsa, merengue y Mambo Number Five. Aquello prometía.
A la mañana siguiente, en la puerta de una Facultad, coincidí con una mujer de mi edad que se había perdido. Desde ese momento, aquella tipa peculiar, rara y mentirosa, se me adhirió como un chicle a los bajos de una mesa.
Decía conocer Cuenca como la palma de su mano, pero no sabía dónde estaba el Parador, según ella porque era moderno. Bonita, el monasterio que lo acoge lleva ahí desde el XVI. Tenía una casa maravillosa, con balcones, con vistas al Júcar, que ríete tú de las Casas Colgadas. ¿Te alojas en ella, entonces? No, en un hotel, me contestó, imperturbable.
Se comportaba de un modo tan excéntrico y mentiroso, que me esforcé porque todos los demás supiesen que no la conocía, pese a que ella me ponía el brazo sobre los hombros y me guiñaba un ojo, como si fuésemos cómplices de un crimen.
Al terminar la cena, insistió en llevarme a mi hotel en su coche (olía a nuevo. A robado). Me acerqué a una joven de mirada compasiva: Me voy con ella, afirmé melodramáticamente, pero sé que pongo en riesgo mi vida.
Soy la víctima ideal para cualquier poli. Me aseguro de dejar bien asentadas todas las pistas.
Ya ves que sabía dónde leerte. Desde Twitter que vi el enlace a tu columna. Me interesan los blogs, más que las redes sociales, que van van demasiado rápido para mí. Además, rondo por internet desde que prácticamente solo existían los blogs y eran lo más parecido a redes sociales.
ResponderEliminarCreo que hiciste bien en agenciarte un testigo. Esa mujer no era de fiar. Nuestro Mario Conde te hubiera encontrado enseguida, si hubiera sido el caso. Que no fue el caso, afortunadamente ,,,�� Algunas personas tenemos como un imancito para los rarunos y los pesados. Nada, un saludo y sigo leyéndote. Felicidades por la columna tan bien llevada.
¡Diego! Qué ilusión tu comentario (y qué desastre soy yo). Había dejado en moderación un montón de comentarios, entre ellos, el tuyo.
EliminarAy, nuestro Mario Conde. ¡Cuántos recuerdos!
Gracias por tu lectura. :-)
No te perdono que no me hayas contado antes tu inquietante estancia en Cuenca. Y, desde luego, hacen falta otras 300... o más 😉😘
ResponderEliminarHola, Unknown. Como no sé exactamente quién eres (aunque recelo quién puedes ser), no puedo darte una explicación de por qué no te lo conté... jeje.
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario y por tu lectura. :-)