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La bala única

 Leyendo una novela policíaca de Michael Connelly , me encontré con esto: Todo el mundo tiene una persona por ahí, una bala. Y si tienes suerte en la vida, conoces a esa persona. Y una vez que lo haces, una vez te disparan en el corazón, entonces no hay nadie más. No importa lo que ocurra (muerte, divorcio, infidelidad, lo que sea), nadie más puede volver a acercarse. Esa es la teoría de la bala única.  Esta trama secundaria me recordó a Enamorarse , la película protagonizada por Meryl Streep y Robert de Niro. Frank y Molly no buscaban una aventura, no. Ellos estaban casados, Frank tenía hijos, y sus vidas eran apacibles y ordenadas. Sin embargo, se conocen y comparten conversaciones, y risas, y esperas, y se enamoran sin querer. Lo ves en sus ojos y en sus gestos. Frank es la bala única de Molly. Molly dispara al corazón de Frank. Esta peli siempre me ha inquietado, porque... ¿sabían ellos que sus balas únicas andaban por esos mundos de dios? Yo creo que no.  Y, claro, es inevitable p

La impostora

Hace poco más de un año estaba yo, tan campante, en la hermosa ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Fui para impartir una charla en una jornada profesional.  Imagen tomada de aquí .    Todo bien. ¿O no?  Por un terrible retraso en el vuelo, llegué al hotel muy tarde y caí a plomo en la cama. Lo gracioso del tema llegó en las primeras horas de la mañana; me levanté, me duché, y me dispuse a arreglarme antes de bajar a desayunar al comedor.     ( Sí.  Soy de esa clase de humanos que no son nadie si no desayunan.) Imagen tomada de aquí . Ahí, en ese cuarto de baño blanco, iluminado e impersonal de un hotel, a miles de kilómetros de mi espacio de confort, me miré en el espejo. Y sentí que todo era una broma. No, no me habían invitado a mí, se habían confundido. No, yo no tenía ni idea de aquello de lo que iba a hablar. Pero, ¿qué hacía yo allí? Descubrirían enseguida que lo mío era puro cuento, que todo había sido una farsa. Que veinte años de profesión no son nada. Deseé llamar un taxi,

La vidita

Ya ha anochecido, mañana es jueves. Aquí me tenéis, a vueltas con nuestras trescientas palabras semanales. Es difícil sustraerse a la actualidad: el ritmo de vacunación, la cuarta ola, la fase cuatro, la vuelta a las aulas, Filomena, la ola de frío polar. Pese a que no quiero escribir sobre nada de ello, mi cabeza, como las vuestras, no deja de dar vueltas sobre lo mismo, una y otra y otra vez.  Fotografía de Anna & Daniel  Hay una cita maravillosa, una frase de la novela La uruguaya , de Pedro Mairal , que quizás me ayude. Nos ayude. Si no podés con la vida, probá con la vidita.  Y es que no podemos hacer más que ocuparnos de las cosas más pequeñas y cotidianas, buscar burbujas de luz. Algo bonito, sencillo, a ser posible ordenado y un poco gracioso.  Un guiso de legumbres puede contener varias burbujas de luz: el sabor, el aroma, el calor, el cuidado que alguien ha puesto en su elaboración. Cada quien le aporta su impronta, su esencia, por eso, no hay dos guisos iguales ... aún s

Querido Baltasar:

siempre fuiste mi Rey Mago Favorito, aunque de niña me dabas un poco de miedo, ya me disculparás. No sé, sería por ese aire exótico que te gastas, porque vienes de muy lejos, y traes mirra que es algo que huele muy bien pero que nunca he sabido exactamente para qué sirve, para qué se utiliza. Bueno, a lo que he venido aquí.  Espera, que ya arranco. Querido Baltasar. No sé si fue tuya la idea de seguir una estrella, esto es, si tú eras el influencer del grupo o, por el contrario, eras un seguidor más, un follower disciplinado. Ya me perdonarás, me pierdo en estos asuntos legendarios. Sea como sea, Baltasar, espero que me comprendas. He de decirte que el año pasado fui más buena de lo que nunca quise ser, esto es, tuve pocas oportunidades de portarme mal. Ya está, ya lo he dicho.  Conjunción Júpiter y Saturno. Foto: @bohique Espera, que te lo explico. No creo que sea mérito portarse bien si las circunstancias acompañan. Es como quien es fiel a su pareja simplemente, porque nunca, jamás

Nuestro velero

  Podría contaros que he terminado de leer una novela. Se trata de   El gran amor de Galdós , y la firma el autor canario Santiago Gil. Podría deciros que, como los amores inconclusos y eternos, me ha dejado un sabor a guayabas y un aroma a incensarios. Benito y Sisita siguen, en mi imaginación, escondidos en un portón de Las Palmas de Gran Canaria. Furtivos, aguardan un barco que los lleve a un futuro clandestino en otra isla. A una isla y un porvenir luminosos. Podría acunar en estas trescientas palabras el amor de Sisita y Benito. Mi columna de esta semana convertida en refugio de su amor perseguido. Foto de Katekerdi  Podría escribir que hace mucho frío. Que el cielo es como un plato hondo esmaltado en azul. Podría paladear la palabra cencellada, y el sabor que inundase mi boca sería el del helado de limón. No sé por qué la escarcha que cubre hoy todo, me sabe a limón.  Podría tararear un fado, o un bolero. Tratar de describir cómo es la textura del café con leche que tomo por las

El No Cuento de Navidad

 Últimamente no me saco de la cabeza una cita recogida en La buena suerte , de Rosa Montero. Es de Lorenzo de Médici, y dice así: Quien quiera estar contento que lo esté, del mañana no hay certeza . Vaya. El ser humano, que necesita proyectarse en un futuro inexistente, tratando de ser feliz en el aquí y el ahora. No, no os asustéis. No estoy escribiendo un post aspiracional, ni voy a formarme como coach , ni voy a experimentar con filosofías orientales milenarias.   No. Pero. Del mañana no hay certeza , el mañana solo es un constructo de nuestra mente. Sin embargo, cuánto necesitamos soñar con el viaje que supone realizar un plan, cualquier plan. Es lo que nos levanta, nos eleva. El plan, la ilusión, el sueño. Todo eso que no deja de ser una quimera. No. Pero. ¿Acaso no somos, nosotros mismos, una quimera? ¿Acaso no nos inventamos las ganas, día tras día? ¿Acaso no nos maquillamos la mirada y la esperanza en las madrugadas en las que esa no certeza nos impide dormir?  Acuarela de Mar

Pantallas

 Desde marzo, participamos, formamos, conversamos, nos reunimos, escuchamos, hasta nos vamos de fiesta, a través de nuestras pantallas. Y, sin embargo, a la menor ocasión, renegamos de ellas.  No me malinterpretéis. Me encantaría pasear con una amiga y ver su sonrisa, no solo adivinarla. O sentarme en mi cafetería favorita y observar el ir y venir de las gentes: verles abrazarse, besarse, tomarse de las manos, acariciarse los rostros y recolocar el pelo del otro cuando los mechones se le alborotan.  Cómo me gustaría ver cantar y bailar a un montón de gente. Reír en medio de una multitud. Que los niños corrieran tras la Cabalgata, tratando de capturar pequeños tesoros dulces.  Pero la realidad es la que es.  En las actuales circunstancias, no sé por qué nos empeñamos en pensar que todo volverá a ser como antes. Me temo que no. Habrá cosas que cambiarán para siempre. Y quejarnos de las pantallas, las mismas que nos permiten ir a una fiesta que se celebra en Andalucía, que nos facilitan l