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Collage. Quiero contarte una cosa, o dos

Cuando estoy muy cansada y en el horizonte solo atisbo plazos que están a punto de caducar, tengo tendencia a distraerme con otros asuntos. Sí, leer ficción me ayuda, y mucho. Pero a veces, ni siquiera eso es suficiente para evadirme de esas obligaciones que me ilusionan y me asustan, todo a la vez. Entonces, quiero pintar acuarela, dibujar mandalas, colorear en libretas, bordar en papel, tejer una bufanda. Siento el irrefrenable impulso de hacer collage.  Collage de Mattisse De momento tengo las tijeras, el pegamento, una pila de cuadernos y un montón de recortes que pueden servir para los fondos: letras, hierba, azul cielo, el mar, un cuadro de Piet Mondrian. En mi imaginación, mis collage serán maravillosos, dignos de admirar; todos se asombrarán de mi capacidad para la artesanía.  A menudo, cuando el cansancio puede al nerviosismo (ya sabéis, esos días que todos tenemos), fantaseo con la idea de que seré capaz de hacer cualquier cosa. Algo que me alejará para siempre de mi activida

Leer por amor

Los que me conocéis sabéis que leo mucho y de todo, a veces un tanto inconscientemente, a golpe de pasión e intuición. Mis lecturas no están programadas ni agendadas; no siguen un plan, ni en minúsculas, ni en mayúsculas. Son puro enamoramiento, flechazo, atracción efímera o amor eterno.  El río Congo Soy caótica, en mi vida y en mis lecturas. No concibo la idea de seguir un reto para leer determinado número de libros en un año; no llevo la cuenta, no lo necesito, no es algo que me motive o me preocupe. Seguramente tengo grandes lagunas en mi formación literaria. porque a veces, ya sabéis, uno se enamora de libros poco recomendables según la ortodoxia. Qué se le va a hacer. He aprendido a aceptarlo, incluso, a convivir bien con este rasgo de mi personalidad.  Otra de mis características lectoras, que puede ser irritante, es la de condurar  aquellos libros que me apetece mucho leer. Seguramente sea producto de mi adolescencia. Como usuaria de bibliotecas, solía esconder los libros que n

El salvoconducto

En las películas de aventuras el prota suele llevar el salvoconducto en el bolsillo interior de la chaqueta. Se trata de un pergamino enrollado y atado con una cinta carmesí, mugrienta y deshilachada, que se desata para comprobar sellos, firmas y el texto que permite a nuestro héroe la libre circulación. Incluso en las horas del toque de queda.    Foto de @diana_dandelion (Koruldi Lakes, Georgia) Aún así, pese al salvoconducto, nuestro protagonista ha de tener cuidado, moverse con precaución, saber interpretar las señales. Los perímetros de las poblaciones suelen estar acordonados, asegurados por patrullas aguerridas, hombres y mujeres con una misión, tipo Harry Bosch . No es cuestión de exponerse, por las buenas, a un encontronazo desagradable con un servidor de la ley extremadamente cumplidor.  Otros peligros son la pérdida, el olvido, el robo o la vigencia del salvoconducto. Se impone distancia y discreción, pues no hay nada más lamentable y comprometedor que no hallar el pase en e

Lo perfecto

El gigante  llegó a Florencia tras una travesía marítima y una travesía fluvial: navegó el mar Mediterráneo y remontó el río Arno. El destino de este bloque de mármol imponente era noble: servir de contrafuerte, junto a otras once estatuas del Antiguo Testamento, de la Catedral de Santa María de las Flores. Medía alrededor de dieciocho pies de altura (en torno a cinco metros), pesaba cinco toneladas y desde el principio se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza.  Catedral de Santa María del Fiore en Florencia (Foto:  Destination360 ) Sucedió que varios escultores lo hirieron inutilmente. Uno, no fue capaz de terminar el mandato. Otro, lo abandonó por motivos desconocidos. ¿Quizás por que no quería ser recordado como el artista incapaz de realizar el David ? Durante décadas dormitó el gigante en el taller de la Catedral, antes de que los supervisores de las obras se decidieran a reclutar a un artista que deseara terminar la escultura. El elegido fue un joven y reconocido esculto

Ver de verdad

Estos días he estado bailoteando en zumba Jerusalema . África se está poniendo de moda con la internalización de sus canciones, libros y películas. Hace casi un año estuve en Casa África , en Las Palmas de Gran Canaria, y allí se me hizo notar el prejuicio: África es diversa, llena de matices y realidades distintas. Se nos olvida que no es un país.  Vamos por la vida con gafas oscuras. Vemos, pero no de verdad . A menudo escuchamos que viajar es lo mejor para educar la mirada, conocer a los otros, otras culturas. Pero si vamos con antifaz, cargados de nuestros prejuicios, aferrados a nuestras creencias más profundas y radicales, no aprenderemos nada. Viajemos, o no. Leamos, o no. Hay que estar dispuesto al zarandeo, a que lo que creías cierto resulte una quimera. Y eso es incómodo, doloroso incluso. Ni siquiera la persona más permeable al cambio lo es a tiempo completo.  Monica Rohan A veces trabajamos con alguien, salimos a tomar un café, conversamos educadamente. Lo vemos, pero no de

Un abogado canadiense

 Dice llamarse Morris Gibson y ser abogado de Canadá, o sea, canadiense. El angelito me ha escrito porque tiene una transacción de fondo de herencia para esta que escribe, la misma que viste y calza. Resulta que su cliente, y toda su familia (pobres, qué tristeza), han fallecido al unísono, esto es, a la vez. Un banco situado en el oeste de África, en la República Togolesa, custodia la friolera de 13.580.000 dólares (¿canadienses, americanos?, esto no lo aclara) que el cliente ahorró (ganó, robó, estafó, contrabandeó...) para mí. Bueno, no se sabe exactamente si para mí, pero es que Gibson, Morris para los amigos y clientes, dice que tengo el mismo apellido que su cliente fallecido. No sé qué apellido compartimos, pero es sabido que para los ¿americanos? , ¿canadienses?, solo importa uno. La verdad es que no dejo de darle vueltas a la enormidad de la cantidad. ¿Cómo llegaría a las manos del cliente del abogado canadiense? ¡A ver si es que encontró el Tesoro de Moscú! O El Dorado... Ig

A veces

Como escribe Rosa Montero, las vidas son siempre mucho más pequeñas que nuestros sueños; incluso la vida del hombre o la mujer más grandes es infinitamente más estrecha que sus deseos. La vida nos aprieta en las axilas, como un traje mal hecho.  Por eso, los seres humanos nos hemos inventado artificios: nos contamos cuentos, nos cantamos canciones, hacemos tapices, acuarelas. Aunque, mirando atrás tengamos la sensación de haber vivido varias vidas, son solo variantes de la misma. Pero tenemos la palabra, la música, el color azafrán, la belleza.  Hace años proyecté escribir todas las vidas que cita Joaquín Sabina en la conocidísima  la del pirata cojo, con pata de palo .  Solo escribí una . Pirata abandonado , de Jessie Willcox Smith. Aún así, confieso (y llegados a este punto he de confesar que no sé por qué os hago tantas confesiones, la verdad), confieso que muchas veces, juego a imaginarme distinta. Cantante de orquesta, por ejemplo. ¿Me imagináis aferrada a un micro de pie, cantand