Los que me conocéis sabéis que leo mucho y de todo, a veces un tanto inconscientemente, a golpe de pasión e intuición. Mis lecturas no están programadas ni agendadas; no siguen un plan, ni en minúsculas, ni en mayúsculas. Son puro enamoramiento, flechazo, atracción efímera o amor eterno.
Soy caótica, en mi vida y en mis lecturas. No concibo la idea de seguir un reto para leer determinado número de libros en un año; no llevo la cuenta, no lo necesito, no es algo que me motive o me preocupe. Seguramente tengo grandes lagunas en mi formación literaria. porque a veces, ya sabéis, uno se enamora de libros poco recomendables según la ortodoxia. Qué se le va a hacer. He aprendido a aceptarlo, incluso, a convivir bien con este rasgo de mi personalidad.
Otra de mis características lectoras, que puede ser irritante, es la de condurar aquellos libros que me apetece mucho leer. Seguramente sea producto de mi adolescencia. Como usuaria de bibliotecas, solía esconder los libros que no podía llevarme en préstamo (por la razón que fuese), tras la fila ordenada de los estantes. Desde aquí pido perdón a mis colegas. Pero así es el amor adolescente, impetuoso y poco dado a la amabilidad.
Algo así me ha pasado con La bruma verde de Gonzalo Giner. Tenía muchas ganas de leerla, y la he estado condurando, sabedora de que cuando la empezara, no iba a durarme ni tres asaltos. Soy de naturaleza pasional. Y así ha sido.
Como leo tanto y no llevo un diario de lecturas, nunca sé si me acordaré de lo leído, pero algunas de esas historias me eligen y permanecen durante mucho tiempo en mí, tozudas. Como La bruma verde, Bineka y sus ojos selváticos, Furaha y sus ojos de miel. Enhorabuena a su autor.
Comentarios
Publicar un comentario
¡Gracias por tu comentario! Se publicará en cuanto lo lea :-).