Ir al contenido principal

Entradas

Cocinando

Siempre escribo estas 300 palabras y, después, solo después, busco la canción para acompañarlas. El texto es el plato fuerte, el pescado, la carne, o el trampantojo culinario: lo que parece, lo que crees y lo que es. La canción es el vino. Dulce o amargo.  Pintxo 'Habanito' de Casa Vergara, del 2008. Anxo Badía Esta columna se está cocinando al revés. Voy poniendo las palabras, una a una, en la sartén, con aceite de oliva virgen extra, sal, cebolla, tomate. Llevo puesto un mandil amarillo y, de fondo, escucho A contratiempo de Ana Torroja. Las palabras llegan quién sabe de dónde.  Alma.  Cartas viejas.  Corazón. ¿A quién quiero engañar? No sé escribir sin música. No sé.  Lluvia.  Fotos. Madrugada.  Estoy leyendo mucho estas últimas semanas.  ¿A quién quiero engañar? Estoy leyendo mucho, como siempre.  Y hoy, tengo entre las manos lo último de María Belmonte: sus vagabundeos por el norte de Grecia .   De Brian Donovan - Trabajo propio, Dominio público En Pela , María Belmonte n

Enrique Urquijo y la tristeza

 He muerto y he resucitado, con mis cenizas un árbol he plantado su fruto ha dado y desde hoy algo ha empezado. En una noche como la de ayer de hace veintidós años, hallaron muerto a Enrique Urquijo en un portal de la calle Espíritu Santo, de Madrid. Tenía 39 años, una hija, un amor que resultó ser el último, un puñado de grandes canciones, unos hermanos, un desafío musical con Joaquín Sabina y una tristeza antigua. Era noviembre, y hacía frío.  Ayer, vi el programa que le dedicó Imprescindibles: Volver a ser un niño . Si aún no lo habéis visto, no os lo perdáis. Es conmovedor. Y duele.  Enrique era feliz cantando en pequeños garitos, donde podía mirar a los ojos de la gente y conversar. No tenía ni idea de cuál era su lado bueno, no le gustaban las entregas de premios, tenía una sensibilidad exquisita, no entendía la vida, ni el mundo. Tenía una tristeza antigua, que se remontaba, quizás, a la niñez. Tal vez, también cuando fue niño, estaba triste.  En el programa hablan sobre él amig

El pan

 Hace unos meses escuché una entrevista a Elvira Lindo en la que hablaba sobre sus quehaceres durante el periodo de confinamiento estricto que vivimos hace ya unos veinte meses (cómo pasa el tiempo). Ella comentaba que había estado muy ocupada, escribiendo, leyendo, haciendo ejercicio, dando charlas virtuales, cuidando de las plantas y cocinando mucho, junto a su marido. La entrevistadora le dijo, socarrona: ¡No me digas que a ti también te dio por hacer pan!   Tendría que volver a la entrevista para citar sus palabras exactas, pero creo que puedo transmitir el sentido general de las mismas. Vino a decir, de una manera muy simpática y, a la vez, contundente, que sí. Que su marido y ella habían guisado muchísimo, que habían experimentado y que, también, habían hecho pan. Que fue una de las muchas maneras que tuvieron de cuidarse, de tener una ilusión.  Hace unas semanas escuché el episodio El pan , de La fucking condición humana , un podcast de El extraordinario , de Mar Abad  y me pare

El amor verdadero

Desde que publiqué Blondie , no he dejado de recibir muestras de afecto, incluso, de cariño. En algunos casos, de amor. Ha sido, y está siendo, un viaje precioso. Gracias. La publicación de este librito me ha traído noticias de personas a las que les había perdido la pista. Una de ellas, en una larga conversación que me conmovió (gracias) me hizo una pregunta vinculada a uno de sus proyectos personales:  ¿Dónde reside el amor de verdad, para ti? No he dejado de pensar sobre ello.  No es verdad que, con los años, aprendamos a amar más y mejor.  No es verdad que, si eres joven, no sabes querer. Aún siendo poco, puedes amar hasta la extenuación. Aún no teniendo nada, puedes querer a manos llenas.  El amor reside en el cuidado: a las personas, a las cosas, al trabajo, a las palabras.  Si quieres a alguien, te alegran sus alegrías, te apenan sus tristezas, vives sus éxitos y sientes sus posibles fracasos. Le das la mano para que se levante.   Esta joven mujer lleva un tatuaje en la espalda

Batiburrillo

Estos días he cruzado los dedos para que no aceptasen una de mis propuestas. Estos días he pensado que “aunque sepa hacer algo, y lo sepa hacer bien, no significa que tenga que hacerlo”. La frase no es mía, se la leí a una influencer .  Así que me fui al parque. Hice pellas.  By Evan-Amos - Own work, CC BY-SA 3.0,  Lo bueno de trabajar por tu cuenta es que siempre hay un parque a mano y una estación del año que te gusta. Miras las hojas que aún penden de las ramas de los árboles. Titilan verdes, amarillas, rojas, naranjas. Las marrones vuelan en círculos, si tienes suerte te acarician el rostro antes de caer, rendidas, a tus pies. Cierras los ojos y escuchas. Llegan hasta ti, envueltas en el rumor de la hojarasca, las voces de un hombre y un niño que juegan juntos, y un poco más allá, los pasos apresurados de alguien que camina. O que corre.  Nada importa, te dices.  La realidad es este adivinar cómo danzarán las hojas.  O pisar las hojas secas solo por el gusto de sentir su crepitar. 

El Congreso

Parecía alemana. Llevaba una falda que le tapaba las rodillas, una rebeca que no era de su talla y unos mocasines escrupulosamente limpios, “de monja”. El cabello estaba resplandeciente de canas. La tez del rostro se veía pálida, lisa, sin lunares, ni cicatrices.  Sería de Berlín. Una intelectual inmersa en la redacción de un manual con teorías novedosas. Una mujer segura de sí misma y de sus logros. Paseaba su mirada por el salón de actos, buscando algo o a alguien, cargando en bandolera un peculiar e incongruente bolso rojo. No pude evitar fijarme en ella, tan distinta al resto de mujeres que asistíamos al Congreso. Quién más, quién menos, nos habíamos comprado algo para estrenar en esos días: una blusa, unos pendientes. Nos habíamos retocado las mechas. Nos habíamos perfumado profusamente. Ella olía a jabón de Heno de Pravia.  Sala del Palacio de Congresos de Salamanca Se sentó en una de las butacas de mi fila. Desde mi posición, la vi acomodar el bolso sobre sus muslos, quitarse la

En busca de un tema

  Carmen Laforet en una fotografía del archivo familiar, tomada de aquí: Carmen Laforet: el silencio de una escritora .  “En la gran soledad de esta tarde de domingo no hay más remedio que ponerse a trabajar. Las circunstancias son buenas para ello. (…) Mi caso de hoy es más complicado, porque no hay disculpa. Siempre hay mil cosas que decir sobre todo lo que en el mundo sucede, sobre todo lo que los ojos han visto o desean ver. Miles de temas están esparcidos por el ancho mundo para que cada cual los encuentre y los vea a su manera.” Releo los artículos recopilados en Puntos de vista de una mujer de Carmen Laforet, y mi atención queda prendida de éste al que le he robado el título y la intención: En busca de un tema .  Como Laforet (qué osadía), voy a consultar la palabra del día de este miércoles, 13 de octubre de 2021, del Diccionario de la Real Academia Española (nuestra autora se manejaba con el diccionario de Espasa): “saponificar”.  Y, no tanto la palabra (soy sincera) como su