Estos días he cruzado los dedos para que no aceptasen una de mis propuestas. Estos días he pensado que “aunque sepa hacer algo, y lo sepa hacer bien, no significa que tenga que hacerlo”. La frase no es mía, se la leí a una influencer. Así que me fui al parque. Hice pellas.
By Evan-Amos - Own work, CC BY-SA 3.0,
Lo bueno de trabajar por tu cuenta es que siempre hay un parque a mano y una estación del año que te gusta. Miras las hojas que aún penden de las ramas de los árboles. Titilan verdes, amarillas, rojas, naranjas. Las marrones vuelan en círculos, si tienes suerte te acarician el rostro antes de caer, rendidas, a tus pies. Cierras los ojos y escuchas. Llegan hasta ti, envueltas en el rumor de la hojarasca, las voces de un hombre y un niño que juegan juntos, y un poco más allá, los pasos apresurados de alguien que camina. O que corre.
Nada importa, te dices.
La realidad es este adivinar cómo danzarán las hojas.
O pisar las hojas secas solo por el gusto de sentir su crepitar.
Sin embargo, has leído a un intelectual que el centrarse en el aquí y el ahora es propio de las sociedades privilegiadas. ¿Eres tú una privilegiada? Sin duda.
Pero qué pereza dan las obligaciones. Siempre hay un parque y una estación del año preferida a la que escapar de tu escritorio. O tijeras y papel. O escribir un post.
Siempre hay excusas, otras urgencias derivadas del privilegio.
Foto tomada de aquí.
¿Qué es esto? Un batiburrillo de 300 palabras que crujen, revoltosas, como las hojas que reposan bajo algunos árboles. Reviso el post. Quién sabe si en alguna de estas líneas, escapando de su erizo, hay una que resulte brillante y limpia, lisa al tacto y caoba como el fruto de un Castaño de Indias.
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