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Cielo

Últimamente, los comerciales de todo tipo y condición, llaman por teléfono. Antes solían ir casa por casa, a puerta fría, tratando de reclutarte para su compañía del gas o eléctrica. O te vendían máquinas de coser y enciclopedias. Hoy todo es más moderno y aséptico. El bicho infame ha puesto distancia, también, a las relaciones con los comerciales. Sin embargo, siguen pululando los comerciales de maneras antiguas.   Me refiero al método agresivo. Al venga, te ofrezco el oro y el moro, y qué joven eres, cielo, 50 añitos de nada. Venga, venga, dime que sí, dime que sí, y pásame tu última factura, solo para asegurarme, cariño, que eres la titular y por si nos ponen pegas, ya verás cuánto vas a ahorrar .  Fotografía tomada de aquí: "¿Cuántos azules tiene el cielo?" Soy indómita. Voy a mi aire, a mi rollo. No me gusta que cualquiera me llame cielo . Tampoco que intenten halagarme los oídos diciéndome que soy joven. No, ya no lo soy. Lo sé. Mis años son añazos, décadas ya. Cinco. M

Blondie, (1994- )

 Mis 300  palabras de esta semana las voy a dedicar a mi librito. Sí. Yo he venido aquí a hablar de mi novelita corta, Blondie, (1994- ) disponible en digital y gratis para todos los usuarios de las bibliotecas municipales de Badajoz, gracias a su inclusión en el Catálogo Nubeteca de Diputación de Badajoz . También la encontraréis en papel y digital en Bubok .  En el Servicio Provincial de Bibliotecas de la Diputación de Badajoz, además, han realizado… ¡un booktrailer ! (Gracias por todo Isidoro Bohoyo, Florencia Corrionero, Mercedes Castellano, de Diputación; gracias Rebeca Martín , Daniel Blanco , Josué Zúñiga ).  Pero yo he venido aquí a hablar de mi obrita, y no de otras cuestiones (por más que sea práctico saber dónde la podéis encontrar si os apetece leerla). He venido aquí, he abierto un post en blanco y lo he titulado Blondie, (1994- ) y me he quedado abstraída con el titilar del cursor sobre el lienzo blanco.  Escribí a Blondie el año pasado, en el confinamiento, pero la s

¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre?

Al principio, estás perpleja, confusa. ¿Cómo puede ser que ese tipo, al que tú conoces en las duras y las maduras, suscite tamaños elogios? ¿Cómo pueden describirlo como un amigo ejemplar, un tío sincero y campechano, alguien confiable con el que subir al Anapurna o ir al bar a trasegar unas cañas?  ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué es lo que ocurre?  Cómo puede ser que ese hombre machista, que se aprovecha de todo y de todos, que se ríe de ti y del otro y de la otra y del más allá, que es mentiroso, hipócrita, que hace tratos hasta con el mismo demonio, cómo puede ser, te dices, entre aturdida y desorientada, que todos le jaleen, que le crean fantástico, único en su especie, amable, gracioso, un pozo de sabiduría,  amigo de sus amigos. ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué es lo que ocurre?   Entonces, te enfadas. No, con él, no. Con esas personas formadas, simpáticas, trabajadoras, buenas en lo suyo, que parecen solidarias, feministas, progresistas, que enarbolan la bandera de la sororidad y la empatía. Parecen

Las fotos de Guzmán Gombau

 Cuando comencé a interesarme por el collage, mi hermana me regaló una carpeta con recortes de fotografías del fotógrafo salmantino Guzmán Gombau.  Perteneciente a la familia Gombau , cuna de músicos, periodistas y fotógrafos, como su propio padre Venancio y su hermano Amalio, Guzmán fotografió Salamanca durante más de cuarenta años: la Plaza Mayor, el Depósito de Aguas, las Carreras Populares, las grandes nevadas, los escaparates de los comercios, la locomotora que vendía pipas en la calle del Arco, la lluvia torrencial, las mujeres lavando ropa junto al Puente Romano, los animales, los fastos del VII Centenario de la Universidad…  Me encontré con este tesoro entre las manos y supe que cualquier cosa que hiciera con él sería casi un sacrilegio. Pese a ser recortes de fotografías aparecidas en prensa. Aún así, me animé a intentarlo. Como soy poco diestra y con cierto pundonor, comparto con vosotros este collage que parece haber gustado o, al menos, haber provocado algún tipo de reacció

El minuto de oro

 Leyendo Los días perfectos de Jacobo Bergareche, me topé con una reflexión situada, creo, en el centro de lo que el escritor quiere contar.  Leo:  “En la televisión en abierto llaman el minuto de oro al pico de audiencia de la jornada, que suele corresponder al momento álgido del programa más popular del prime time. Pienso a menudo en el minuto de oro de mi día, de mi verano, de mi fin de semana. Se lo pregunto a mis hijos a la vuelta de cada excursión, de cada viaje, de cada episodio presuntamente memorable de sus vidas: cuál fue vuestro minuto, No suelen tenerlo claro, les cuesta mucho decidirse por uno. Entonces se lo pongo más fácil, les digo que seleccionen tres o cuatro candidatos a minuto de oro, y de esa manera empiezan a rememorar sus grandes momentos, a transformarlos en narraciones”.  Y fue inevitable.  Photo by Ivan Diaz on Unsplash ¿Cuál ha sido el minuto de oro de mi verano? ¿Cómo ha sido el resto de los minutos que pasaron, sin pena ni gloria, pero que conforman mi vi

Vacaciones de mí misma

 Como diría un moderno, cada junio finaliza mi vuelta completa al sol. Ya van unas cuantas. Ya hace tiempo que junio dejó de ser ese mes simpático en el que terminaban las clases, celebraba mi santo (sí, San Antonio de Padua y no San Antón), y mi cumpleaños. Junio era la antesala de un verano larguísimo, con días inacabables de lecturas, y espionaje a los chicos que me gustaban. Al chico que me gustaba.  Hace ya mucho que junio es, simplemente, el mes en el que hay que entregar (te pongas como te pongas), la declaración de la RENTA. El mes en el que aún no sabes si podrás terminar todo el trabajo acumulado, las semanas en las que ya pesa el cansancio de todo un año. Porque el año no termina en diciembre, como para muchos otros profesionales, termina en junio.  Photo by Annie Spratt on Unsplash Estoy un poco cansada, sobre todo, de mí misma. Y eso que este mes me está trayendo alegrías: mi planta me ha regalado una flor blanca, que se yergue, hermosa y presumida, buscando el beso de la

Emilia, Elvira, Rosa

Hace unos años, dos especialistas en Julio Cortázar comentaron que los lectores del autor se referían a él como Julio . Y que eso era valioso, entrañable. Estos días me he descubierto llamando a algunas escritoras por su nombre de pila. Escribiendo Emilia. Elvira. Rosa . Y una cosa, me ha llevado a otra: ¿esta excesiva familiaridad es irrespetuosa, irreverente? He concluido que no, las llamo Rosa, Emilia, Elvira, porque las siento cercanas, valiosas. Emilia es Emilia Pardo Bazán y a ratos me refiero a ella como doña Emilia, como Pardo Bazán, o como Emilia, incluso, nuestra Emilia. Para mí la causa está muy clara, desde que leí sus cartas a Benito Pérez Galdós (al que a veces denomino Benito, sin ton ni son), la siento muy humana. La admiro por su obra, por su personalidad contradictoria pero sólida, por su carácter pasional, porque no tuvo miedo de decir y nombrar lo que deseó, lo que quiso. Pero la siento cercana por sus cartas de amor.  Elvira es Elvira Lindo , y cuando escribo o h