Me ha empezado a poner muy nerviosa cierto tipo de persona. Me refiero al motivado de la vida.
Dícese que alguien es un motivado de la vida cuando va regalando halagos, elogios, parabienes, a la par que pide favores, facilidades, accesos, formas de conseguir esto o lo otro, de participar en una carrera de cabras, en una partida de garrote o en el juego ese tan peligroso como bizarro que consiste en intentar atrapar rodando colina abajo a un queso que, a su vez, rueda también. Le da igual. El motivado de la vida quiere ir, estar, ser, decir, pensar que va ir, porque quiere aprender, fijarse, extrapolar, hacer networking, postureo, selfis, retratos de grupo, de bodas, bautizos y comuniones.
Spóiler: rara vez participa. Rara vez juega. Rara vez aparece.
Cachis.
El motivado de la vida es un tipo de persona emparentada con el tipo persona mareo, pero mantiene su esencia, su propia singularidad, rareza e idiosincrasia. Es cierto que, a menudo, la persona mareo es una motivada de la vida y viceversa, y entonces, el caos llama a tu puerta. Sí, sí. A tu puerta, a la tuya, porque te imagino a ti que, sin ser persona motivada de la vida ni persona mareo, conoces a este tipo de persona mareo/motivada de la vida que te persigue, te contesta en tus redes sociales, te pide por favor que la apuntes a la matanza del cerdo, y a la partida de petanca, y a la vendimia, que también está muy interesada en aprender sobre el grafiti, y sobre los huertos urbanos y no urbanos, y que no quiere perder la oportunidad.
¿Qué oportunidad es esa?, le preguntas y te preguntas, extenuado.
La que sea, te responderá. Da igual. El caso es no perderla. Lo comprendes, ¿verdad?
Claro que sí, guapi.
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