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Esperando nada

Ignoro si es mala suerte, si es torpeza o casualidad, o es que las cosas solo parecen fáciles desde las afueras. Lo ignoro. Pero lo cierto es que nunca acierto a la primera y lo manifiesto así, sin rubor. Siempre cometo una equivocación tal que el funcionario de turno me lo afea, inmisericorde, dejándome indefensa y confusa, con ganas de plantearle la solución definitiva:  — Entonces, ¿qué me sugiere? ¿Que me tumbe en el suelo de mi habitación y me deje morir?  También desconozco si hay más almas como la mía, almas atormentadas por los trámites y los recursos, y las advertencias y los correos electrónicos que te desarman y te extravían. Sí, esos correos en los que un funcionario amparado en una dirección genérica te dice: no, mire, haga esto, haga lo otro, pague la tasa correspondiente. Y luego. Luego llega otra notificación en la que te dice que pagar de nuevo la tasa no sirvió para nada, que has vuelto a hacerlo mal, que lo que has hecho (alma de cántaro) no funciona.  Photo by  Ali

Juan Bravo, el cazador de lobos

En 1909 cinco excursionistas se adentraron en tierras del suroeste salmantino y norte de Cáceres . El viaje, que duró escasamente siete días, fue narrado por el poeta, escritor, traductor y periodista cordobés Marcos Rafael Blanco Belmonte y el testimonio gráfico corrió a cargo del fotógrafo salmantino Venancio Gombau .  Cualquiera que mire las fotos se sentirá interpelado por las miradas desconfiadas de los niños, la nula diferencia que parecía existir entre un labriego y un mendigo, o las casas hurdanas, pequeñas, duras y ásperas como las vidas de sus moradores. El blanco y negro de esas emblemáticas fotografías transmiten dureza y climatología extrema, además de dignidad en las gentes que posan  para esos intelectuales de la capital.  De entre los encuentros, curiosidades, conversaciones y descripciones del paisaje y del paisanaje  que Blanco Belmonte desgrana con la exhaustividad de un registrador de la propiedad, me sobrecoge la historia de Juan Bravo, el cazador de lobos de Las

El martín pescador

Iba con prisas, sin mascarilla y me topé con una mujer que retrocedió de un salto. Nos apartamos las dos, ahogando una exclamación. Durante la milésima de segundo en la que nos miramos a los ojos, creí reconocer en los suyos el mismo miedo que ella leería en los míos.  Esta imagen me ha perseguido durante semanas. Nos observamos con prevención, nos apartamos. El bicho nos ha robado el placer del encuentro casual , las conversaciones hechas de sonrisas y palabras.  El uno de enero amaneció envuelto en papel de regalo, con un cielo azul que brillaba como los adornos de un árbol de Navidad. En el paseo junto al río nos encontramos a una pareja que miraba detenidamente las orillas, los árboles, los juncos. Eran observadores de aves.  Mi acompañante y yo, borrachos de luz y sol, continuamos caminando por el sendero; escuchando el rumor del agua y los ladridos gozosos de un perro. Cuando regresamos, volvimos a encontrarlos. Eran un hombre grande y una mujer pequeña y estaban entusiasmados, o

Punto de encuentro

Estoy viendo la serie de Netflix El tiempo que te doy , la historia de la ruptura de una pareja de treintañeros que destila ternura y dolor, nostalgia y cierta esperanza. En uno de sus episodios aparece el punto de encuentro.  Foto tomada de aquí   Cuando las cosas comienzan a torcerse en la pareja, en el cumpleaños de la chica, se reconcilian cenando un sándwich en un mirador con vistas a la ciudad. Llega, entonces, la promesa. Pase lo que pase, todos los cumpleaños de ella se encontrarán en ese mismo lugar y cenarán un sándwich. Ese será su punto de encuentro, por si se pierden, por si (no lo dicen, pero se intuye) ya no están juntos. No importará, seguirán encontrándose allí. El primer cumpleaños que pasan separados, que resulta ser el próximo, ella acude. ¿Irá él? Recordé la maravillosa película de 1957 de Deborah Kerr y Cary Grant. Los protagonistas, comprometidos con otras personas, se conocen en un lujoso transatlántico (¿cómo no se van enamorar estos dos en un lugar así?) y pr

Búsquenme en Corfú

  Ten siempre en tu mente a Ítaca. La llegada allí es tu destino. Pero no apresures tu viaje en absoluto. Mejor que dure muchos años, y ya anciano recales en la isla, rico con cuanto ganaste en el camino, sin esperar que te dé riquezas Ítaca. Constantino Cavafis, Ítaca.   No sé muy bien donde situar Corfú, porque no sé si es camino o meta, si es refugio o algazara. En las últimas semanas, cuando he necesitado alegría, me he escapado con Los Durrell a su isla griega. Allí, en una casona destartalada, he contemplado el mar Jónico mientras una miríada de animales y personas deambulaba a mi alrededor.  Me he dejado cuidar por Louisa , una inglesa atípica que se equivoca, y se vuelve a equivocar. Pero todo se le perdona, pues todos sus errores nacen del amor. Allí, en esa casa que se cae a pedazos, he sido testigo de los afanes de Gerry, las locuras adorables de Margo , las excentricidades encantadoras de Lawrence y las ocurrencias inclasificables de Leslie . He conocido a un taxista entro

#BlondieEnElParque Regalo

El concurso #BlondieEnElParque ha finalizado . Muchas gracias a todos los que habías participado, vuestros parques son hermosos, porque son los vuestros, porque los habéis elegido. Sabía que iba a ser una decisión difícil, por eso, le pedí ayuda a Rebeca Martín , promotora de lectura y creatividad, cocreadora de unpuntocurioso y ella, nuestra jueza, ha sido la que ha decidido. Muchísimas gracias, Rebeca.  Rebeca ha elegido guiada por la emoción: "he intentado elegir las que la foto y lo que cuenta me emociona de alguna manera". Y... tachán, estas son: Rebeca : "Me ha gustado muchísimo ésta. Por todo, porque la han preparado para hacerla y, a la vez, por lo cotidiano. Por lo que significa ese parque ahora…" Este es el Parque de la Memoria, recientemente inaugurado en Guareña en recuerdo de las víctimas de la COVID. Biblioteca Pública Municipal Eugenio Frutos. (Guareña, Badajoz). Rebeca:  "Esta como foto es preciosa y como concepto de parque de uno mismo. Mi par

Ella

Durante noviembre he salido de casa muy poco. Y, entretanto el verano, como un amante traicionero, se fue sin avisar. Y el otoño, como un novio veleidoso, aparece y desaparece, acordándose de mí solo si no tiene otros planes. Mientras, yo, enfrascada en el hacer y el deshacer. En esto que algunos llaman vivir. Y de pronto ha pasado un año, otro. Y los azares, las rutinas y los meses se han sucedido sin que yo lo haya advertido. .   Durante noviembre he salido de casa muy poco y, cuando lo he hecho, ha sido para entrar en otra casa: la de una mujer joven y hermosa, muy querida para mí. Ella teje y desteje, e imagina qué sucederá en los años que vendrán. Ojalá esos años insospechados sean brillantes y bellos como un cielo azul en invierno.  Hemos estado juntas muchas horas, trabajando. Yo, haciendo y deshaciendo palabras. Ella haciendo y deshaciendo ligamentos de lana. Yo, enredando con el ordenador. Ella, enredando en el telar: la urdimbre, la lana, la canilla, la lanzadera, el peine.