Es esta una columna de servicio público que pretende asesorar a los que practican el sincericidio y a sus víctimas, si bien y siendo sincera (que no sincericida) pretende apoyar a estas últimas. Este deseo no bloquea la posible utilidad de estas 300 palabras para los que han cometido o estén prestos a cometer uno o varios sincericidios.
Todo sincericidio se inicia con una frase como ésta o similar:
“Te voy a decir una cosa, pero no quiero que te enfades”.
Este es un hito importante. Podemos atajar la tentativa si miramos a los ojos a la Mari Juani o al José Luis de turno y le espetamos, con toda la parsimonia y serenidad que logremos reunir:
“Mira, guapi. Lo que tú quieras o dejes de querer, la verdad, no me puede importar menos”.
Es posible que esta frase, sin embargo, dé alas al sincericida. Tratará de cambiar de marcha, acelerar y soltar la frase fantástica, la que lo exime de toda sospecha de dolo (según su baremo de sincericidio):
“Lo cierto es que a mí me gustaría que me lo dijesen”.
Querida víctima del sincericida: tranquilidad. No apartes tus ojos de los ojos del sincericida y, respóndele, con toda la sinceridad posible:
"Lo cierto es, José Luis, Mari Juani, que lo que a ti te guste o te deje de gustar... cómo te diría. No me interesa".
Imagen de Alexandra Koch en Pixabay
Un consejo al futuro sincericida: si tu víctima no tiene algo entre los dientes o en la nariz, guárdate tus opiniones / apreciaciones. Es una persona adulta, funcional, que vive perfecta y satisfactoriamente sin tus advertencias y consejos, esos, esos mismos que no te ha pedido. Guarda tus palabras para ti y haz algo constructivo: pinta un cuadro, mira una serie, borda a punto de cruz, pasea, piérdete en un bosque.
Chimpún.
Y chimpún. (Josué)
ResponderEliminarUn abrazo, Josué :-)
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