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Mostrando entradas de diciembre, 2024

Destellos

Una mañana fría compartimos un café. Hacía años que no nos veíamos y el encuentro fue un poco incómodo, pero al toparnos en la cola de devoluciones de un centro comercial, nos sentimos los dos, hasta cierto punto, obligados.  En otro tiempo, en otra vida, habíamos trabajado en la misma empresa, pero nunca habíamos sido amigos. Él era raro, indiferente, un hombre de pocas pasiones, racional y, sin duda, soso. Yo siempre he sido intempestiva, espontánea, curiosa. A él le gustaba pasear por su ciudad de siempre, quedarse en casa, ver películas, leer. Yo soy inquieta, me he mudado varias veces de casa, de ciudad y hasta de país. No teníamos nada en común. Sin embargo, aquella mañana, él me preguntó por mi vida sentimental. Nunca lo había hecho. Me sorprendió, y eso fue, hasta cierto punto, agradable e inquietante.  Bueno, ya sabes , le respondí. Los primeros meses son fuegos de artificio, mucho ruido y mucho brillo, pero después... oscuridad y silencio. ¿Y la tuya? ¿Cómo es tu vi...

Nadie puede ser feliz...

Nadie puede ser totalmente feliz, a las ocho de la mañana, en el Metro. Ni siquiera la cosplay de pelo azul y flequillo insolente. No lo es el niño de doce al que su madre acomoda en el asiento, la mochila entre las piernas, las arrugas de las sábanas en la frente, el beso en la mejilla, el ademán del adiós. Tampoco el joven trajeado que consulta el correo electrónico en su móvil, con la expresión trágica del que ha cometido un error irreparable.   Nadie puede ser feliz, a las ocho de la mañana, en el Metro . No lo es la mujer que se aloja, por trabajo, en un hostal desapacible. No lo es el cantante que pide unas monedas , ni la señora mayor que lee, ni el hombre que lleva unos auriculares para escuchar un pódcast de divulgación científica o un audiolibro de amor.  Nadie puede ser feliz en las entrañas del Metro, bajando escaleras mecánicas, corriendo por los pasillos iluminados artificialmente, saltando al vagón mientras suena el aviso irritante de cierre de las puerta...

Sorbos de vida

Hace unos días me preguntaron si había estudiado psicología de manera reglada o autodidacta. La pregunta me la hizo un lector en el transcurso de un encuentro con un club de lectura autogestionado en el que fui a charlar sobre Blondie e Hijos del vaivén .  Soy lectora, sobre todo, de ficción. Y traté de explicar que leer ficción te pone en el lugar del otro, de lo otro . Pero, rápidamente, caí en la cuenta.  Soy observadora , revelé. Muy observadora. Extremadamente observadora. Me fascinan las personas: cómo hablan, cómo se mueven, cómo se tratan.  Cuando era niña, en el supermercado, me quedaba  mirando embobada  (y sin ningún pudor) a la señora o al señor de turno... hasta que ellos, incómodos, me acariciaban la cabeza y mascullaban, qué rica. Era y es una pasión.  En mi último viaje a Madrid me fui tropezando con sorbos de vida de esa que importa, pequeña, cotidiana y preciosa, que luego he ido relatando a mis íntimos. Están acostumbrados a estos rel...