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Mostrando entradas de septiembre, 2024

Alfombra roja

Un hombre tiende una alfombra roja por las calles de las ciudades . A diestro y siniestro. Lleva un traje simpático que hace juego con su sonrisa. Se acompaña de otro joven que graba cómo desenrolla la alfombra a los pies de los que caminan o bailan o toman café en una cafetería chic como las que salen en Emily in Paris y que no sé si existen porque no, aún no conozco París.  No sé si suena la música de Beyoncé, Swift o Michael Jackson cuando él despliega la alfombra, pero en los vídeos de Instagram, sí. Es hipnótico. Pasé una tarde tonta viendo cómo algunos de estos paseantes aceptaban el reto y caminaban, danzaban y desfilaban pisando con fuerza, elegancia y gracilidad, la alfombra. Hay otros que no lo hacen. Hay quien se asusta, se aleja corriendo, se gira negando con la cabeza, o modifica su rumbo con un rictus de reproche. Me impresionó la reacción de una pareja: guapo él, guapa ella. Él no quería dejarla caminar por la alfombra y ella, simpática y estilosa, se soltó de su...

Pequeñas infamias

La mayoría de las veces lo que destroza una amistad son las pequeñas traiciones, las falsedades mezquinas que perpetra uno de esos a los que consideras amigo pero del que ya no sabes si puedes fiarte. Porque las grandes mentiras y los hechos trágicos sólo suceden en las producciones de Hollywood y, lo demás es ínfimo, peculiar, una minucia, un arañazo, una rozadura que deviene en decepción ardiente. Los grandes engaños se urden en las tragedias clásicas y en las novelas decimonónicas, y en nuestra vida, que suele ser ordinaria y pequeña excepto por dos o tres acontecimientos fundacionales, es en donde uno (o varios) de esos a los que llamaste amigos, cometen infamias ridículas, sin sentido.  La cualidad dolorosa de esas infamias se deriva, precisamente, de esa falta de sentido. Rozan la deslealtad, juguetean con la mentira, te miran a los ojos para jurarte que no, palabrita de Niño Jesús, que no irán, que no pueden ir, que qué más quisieran, pero que no pueden. O te prometen que...

No lo sabe, no

Él no lo sabe, es cierto. Él cree que, en quince días, se irán de viaje a Bora Bora, a una de esas casitas con techo de paja y rodeadas de mar. A uno de esos hoteles en los que la dirección te regala champán frío y frutas tropicales y corres peligro de morir de puro dulzor.  Imagen de Julius Silver en Pixabay Lo conoció en una ruta motera y le pareció un individualista. Un tipo bragado, con la sensibilidad justa. Con él estaba a salvo de romances empalagosos. Le vendió una vida de aventuras con mochila individual y saco de dormir compartido. Ella, se dejó llevar. Lo de irse a vivir juntos le parecía correcto, una consecuencia natural de la relación. Lo de ir al Ayuntamiento y formalizar ser pareja de hecho, lo tomó como una circunstancia añadida. No le hacía falta, pero él querría ponerlo en su LinkedIn. Las cosas de cada uno, ya se sabe, son insondables, misteriosas. Lo de casarse por lo civil le empezó a provocar dentera. Aquello se ponía enrevesado, pero decidió darle un voto...