Leí, hace algunos meses, la novela Mindfulness para asesinos, de un autor alemán que pretende mostrarnos el lado oscuro de esta práctica basada en la meditación que consiste en entrenar la atención para ser consciente del presente.
El protagonista de la novela está estresado. Natural. ¿Cómo no estarlo? Si lo estoy yo a nada que se me juntan tres o cuatro proyectos para otras tantas instituciones. Pues él va por la vida como un barco a la deriva, como un avión con el fuselaje agujereado. Nada de consciencia. Nada de lentitud. Nada de atención. A lo loco. Sin tiempo para, qué sé yo, detenerse a oler el aroma de las rosas, jugar al pilla pilla con su hija, comprarle un regalo a su mujer para celebrar su aniversario de boda. Cosas así. Pobre.
Hasta que entra en su vida el mindfulness y el concepto isla de tiempo. No sé tú, pero yo me manejo fenomenal en esto de la isla de tiempo. Hay quien dice que no desconecta, que tiene que obligarse a descansar, que ser productivo es un imperativo capitalista que está acabando con él. Yo, como te digo, me manejo a la perfección. Se trata de postergar. De aparcar lo que sea y dedicarte a disfrutar del momento, eso sí, un momento placentero, una isla de tiempo. Y lo demás, lo demás está de más.
Tendrás que leer la novela para averiguar cómo aplica el prota lo de la isla de tiempo. Sólo un detallito: habitar esa isla de tiempo fue esencial para convertirse en asesino. Hay veces que poner música, mirar para otro lado, hacer como que no pasa nada en, pongamos, dentro de un maletero de un coche que se cuece al sol... no es buena idea.
Fíate de mí, aunque no hayas leído el libro.
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