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En la boca del lobo. Elvira Lindo

Te quería contar que hace unos meses gané un ejemplar en papel de una novela. 

Se trataba de un concurso algo atípico: tras escuchar la entrevista de Cristina Mitre a Elvira Lindo, había que extraer una frase para titular el episodio de una manera alternativa. Sólo una. 

Confieso que envié dos a la dirección de correo que Cristina facilitó. La primera fue con la que concursé, y la segunda la seleccioné por una de esas cosas que tiene la vida y que se quedará para mí. Ignoro si Cristina (o alguien de su equipo) eligió mi mensaje por el primer o por el segundo titular pero, desde que hice clic en enviar, experimenté el convencimiento, tan íntimo como injustificado, de que ese ejemplar dedicado por Elvira Lindo, sería para mí. Cuando me traspasa una intuición similar (me pasa pocas veces, pero me pasa) no suelo comentar nada a nadie. No compartí esa certeza mía, tan clara como infundada, de que sería yo la agraciada con la novela dedicada por Elvira. 

Y, sí. Fue para mí.


Leo mucho y muy deprisa. Casi vorazmente. Pero hay libros, como este de Elvira, que guardo con celo durante meses para leerlos en días de calma. Y así lo hice. Leí En la boca del lobo cerca del mar. Levantaba la mirada y veía las palmeras y las olas ir y venir. El sol, que nacía. La historia, como no podía ser de otra manera, me conmovió. El daño que se inflige en la infancia es una herida que permanece abierta toda la vida. 

Esta novela es un relato terrible, escrito con delicadeza, belleza y magia. Pese a la dureza, esta obra tiene un final esperanzador, y posible. Hay heridas que no se cierran nunca, pero se puede romper con la inercia de la desdicha. 


Comentarios

  1. Mi querida y admirada, María Antonia, te escribo para decirte que ya, ansiaba leerte. Tras el parón veraniego, la entrada del otoño me impulsó a espiar tu blog, llevándome un grata sorpresa: dos buenos artículos, tan dispares, pero con tu sello personal. Gracias, por volver a deleitarnos con tus artículos. Te leo, en el siguiente. Saludos.

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    1. Querido Miguel... ay, cuánto afecto destila tu comentario. Te agradezco infinito que sigas ahí, leyendo lo que buenamente se me ocurre y, sobre todo, que te tomes la molestia de comentar. Es una motivación muy grande, me conmueve. Tengo muy pocos lectores (respecto al número), pero sois muy especiales. Eres muy especial. Un abrazo.

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