Hay un poema de Cristina Peri Rossi, Cruce de calles, que recrea el encuentro entre dos personas que fueron amantes. Que se amaron. Y se encuentran. El poema es el diálogo que mantienen, al que se suma el monólogo interno de la voz poética, que se pregunta por qué no se muere ahí mismo, ahí mismito, de la impresión. En cambio, morirá algún día de alguna cosa fútil, vana. No por ese encuentro que para esa voz significa tanto. Porque el otro, la otra, significó todo en su momento.
Quizás, tal vez, aún.
¿Has experimentado algo así?
Te detienes junto al semáforo, te topas con él, o con ella, y le haces observaciones absurdas, ridículas y la otra o el otro, te dice cosas estúpidas, mientras tú (acaso él también, acaso ella también) piensas que qué impresión, que se le ve más delgado, o más flaca, que está mayor, pero que está guapa, que está guapo, que tiene la misma sonrisa, la misma mirada de cachorro distraído. Sí, ya sabes que es la miopía, pero es más poético pensar en cachorros perdidos. Eres así, un caso sin remedio.
Mientras leo este texto que escribí antes para ti, escucho la canción que lo acompañará en mi blog. Somos instantes efímeros, veloces, llegamos y desaparecemos como una estrella fugaz. También de la vida de los otros. Pero qué instantes. El último chisporroteo de un astro que se apaga. El último parpadeo de un semáforo que determinará el fin de ese encuentro. De ese instante inesperado que quisieras que fuese eterno y, a la vez, que transcurriese veloz como la estela de un cometa.
Mientras leo este texto que escribí antes para ti, me pregunto si alguna vez, en algún instante, te ha sucedido algo así. ¿Dijiste algo absurdo? ¿Reíste? ¿Lloraste?
CRUCE DE CALLES. Cristina Peri Rossi.
Un texto precioso el tuyo, María Antonia.
ResponderEliminarMuchas gracias, querida Isabel. Besotes.
Eliminar