¿En serio, María Antonia? ¿En serio vas a volver a escribir sobre el amor?
Sí, en serio.
Los lectores de mi newsletter Collage (perdonad el autobombo), saben que he estado viendo una serie protagonizada por una familia de abogadas matrimoniales. No voy a volver sobre lo que conté en mi carta mensual (perdonad, de nuevo, el autobombo), sino que voy a plantear una reflexión basada en una de las tramas principales. Sin spoiler, eso sí.
Y ahora, el planteamiento.
Si de joven tuviste la dicha de vivir una relación amorosa de esas que son memorables, de esas que, cuando las vives, piensas, no. Jamás de los jamases, nunca, nunca jamás, por mucho que conozca a otros o a otras, repito, nunca, nunca, nunca, volveré a sentir esto. No.
Y sin embargo, la vida.
Os separasteis. No importa la razón. Tal vez queríais cosas distintas. O una serie de malentendidos lo complicó todo. Esas cosas, pasan.
Y sin embargo, la vida.
Años después os volvéis a encontrar y surge la oportunidad de retomar aquella relación (no nos engañemos, surge porque tú lo quieres, porque el otro o la otra lo quiere, porque tal vez lo queréis los dos y es por eso que os habéis vuelto a encontrar), ¿qué serías capaz de hacer? Y, ¿por qué?
Quizás quieras regalarte un final distinto, que no te duela tanto. Quizás es porque quieres saber si es verdad que hubieras sido muy feliz. Tal vez. O, simplemente, anhelas aquel tiempo en el que eras tan joven y te brillaban tanto los ojos. Entonces, recibirás una carta, o un mensaje, o un correo electrónico, lo que sea. Lo leerás, y no podrás creerlo, te ha encontrado. O lo enviarás tú, emocionado y travieso como un chiquillo. Como una chiquilla. Y, entonces, ¿qué pasará?
(Si mis palabras te zarandean, te entristecen o te incomodan es que tal vez existe algo dentro de ti que has de explorar.)
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