Esta semana estoy reivindicativa. No soy un ser de luz. Hay cosas (muchas o pocas, echad la cuenta) que me dan mucha rabia.
Me da mucha rabia no poder decirle a una amiga te lo dije, yo tenía razón. Me da rabia porque si se lo digo, igual se molesta, y sí, yo tenía razón. Pero lo que más rabia me da de todo es que cuando me atrevo a decírselo (de manera sutil, para que no se soliviante), ni se inmuta. ¿Para eso me he conducido con tantos miramientos?
Luego está el tema de la contemporización. ¿No os pasa que queréis contarle algo a un amigo, para que concluya contigo que has hecho bien, que vaya personaje, que desde luego, que vaya, vaya? Y resulta que no. Que el amigo en cuestión (no quiero señalar a nadie), comienza a contemporizar y a explicarte, bueno, es que en algunos casos se pone, y además, porque verás…
Yo no quería explicaciones, ni que contemporizase. Quería apoyo total. ¿Qué ya lo había contado, digamos, a 1, 2, 3, 4 personas y había obtenido apoyo total?
SI.
Pero soy geminiana de junio y los geminianos de junio necesitamos crear opinión. Esto, es así.
El penúltimo asunto del que voy a ocuparme en esta columna es la luz. Hay que poner la lavadora de madrugada, el horno el fin de semana y planchar antes de las ocho. Un absurdo. Pero lo que me enrabieta no son los horarios luminiscentes, no, sino el escuchar que es por nuestro bien. SÍ. Es para que AHORREMOS.
Ea.
No, amigos, no. No soy un ser de luz. Sé que todos negaréis conmigo: no, María Antonia no es un ser de luz. Y qué queréis que os diga. Pues que me da rabia que lo tengáis tan luminoso.
Chimpún.
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