Denise Hilton-Putnam. Vía Laura Franch @franch_laura |
¿Recuerdas el primer paseo del último mayo? La naturaleza se había adueñado de las orillas del río, de las aceras, de los arcenes. Los bancos de los parques habían desaparecido entre la hierba. Nos mirábamos, los unos a los otros, entre extrañados y atónitos: no estábamos solos. Había flores por doquier, libres, salvajes, perfectas y rebeldes. Transida de emoción, hice un ramillete y me lo llevé a casa. Lo puse en una jarra con agua, hice una foto, la publiqué en las redes. ¿Tú también lo hiciste? Tras contemplar la belleza del mundo, queríamos retenerla.
¿Recuerdas la primera vez que viste el mar? Si eres de tierra adentro (como yo), sin duda no lo olvidarás nunca. No hay nada que se le parezca. Tanta inmensidad, tanta grandeza. Si tú, lector, vives junto a él y, por unas cosas o por otras (la vida, que hace y deshace a su antojo), lo perdiste de vista... el reencuentro debió de ser para ti una epifanía. La espuma. La sal en la piel. Las risas. Desde cualquier playa, mirando al horizonte, suelo invocar las palabras que escribió Conrad en "El corazón de las tinieblas": en la lejanía, el mar y el cielo se soldaban sin juntura. Y ahí, estás tú, y estoy yo, y lo inefable.
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