He estado en Lisboa en dos o tres ocasiones, y muy pocos días, pero desde el primer momento en el que me asomé a Terreiro do Paço , subí a un tranvía e hice cola para coger el Elevador de Santa Justa ... quise vivir en ella. No para siempre, solo cinco o seis meses; el tiempo justo de alojarme en una buhardilla de la Baixa , ir a comprar el pan, hacer fotos, sentarme en una cafetería, intentar hablar portugués aunque los lisboetas se sonrían maliciosamente. Escribir, quizás, una novela. Ir a trabajar a una librería o a una floristería. Perderme en sus calles, visitar una y otra vez todos sus miradores. Tomarme un vino tinto mientras atardece. Pasear por Bélem y contemplar el Tajo que allí se asemeja todo un mar. Escuchar fados y sollozar de la emoción. Dice Sabina que al lugar al que has sido feliz no debieras tratar de volver , pero ¿qué ocurre si solo has tenido la intuición? Si aún no has sido feliz allí, pero crees que podrías ...